Pablo Lescano es tradición y modernidad. Pablito, el creador de la
cumbia villera, reconoce la paternidad de la criatura como un destino
inexorable: marcado por un abuelo correntino chamamecero y el
Tropitango de Pacheco, catedral de la cumbia colombiana y peruana, no
podía salir otra cosa de él. "La cultura se va haciendo", dice el
músico, que detesta los discursos envarados de los sabiondos, pero
demuestra conocer su arte y su pasión tropical. Capaz de contar la
historia del género desde mediados del siglo pasado, Lescano es un
estudioso del género. Y fue él, nacido y criado en la villa La
Esperanza, de San Fernando, el que primero se puso a jugar con un amigo
DJ hasta mezclar el ritmo más popular del continente con la electrónica
y la parafernalia psicodélica de los sintetizadores. Hoy que la cumbia
se baila en fiestas electrónicas y se reivindica y se estudia en el
circuito intelectual, Lescano es un personaje rescatado en el universo
de lo cool. En el universo popular, en cambio, no necesita ningún
rescate: siempre estuvo ahí.
Pablo Lescano está en todas partes:
en el Luna Park con su combo de siempre; con la banda pop Miranda, en
The Roxy, haciendo un hit con su teclado al hombro; en las fiestas
Zizek, esos encuentros itinerantes en los que la cumbia se mezcla con
la electrónica, donde un puñado de modernos le parecen "un montón de
limones", por "el lime que tienen en la cabeza", dice. Y además, ahora
que pareciera que el reguetón le copó la parada en los barrios donde
siempre reinó, Lescano cruza todas las fronteras y toca en México,
España, Nueva York, Paraguay, Bolivia, Ecuador. Y es el rey adonde vaya.
Limones. Para el primer encuentro con C hubo que hacerle una guardia en el programa Pasión de Sábados,
a donde suele ir a tocar. Lescano había pasado la noche anterior con un
"periodista de Nueva York" al que había llevado a los bailes "para que
alucinara". "Claro, imaginate que él iba a Niceto donde pasan cumbia
mezclada con electrónica, o reguetón. Después un poco de rap, después
un cachito de cumbia, y reguetón. Es un invento bárbaro. Yo le dije
'vení que te llevo', y me lo llevé a Fantástico Bailable, a Jesse James
y un par de lugares más. ¡El chabón no lo podía creer!", cuenta
Lescano, en su departamento con vista al río, sobre una avenida de San
Isidro.
El amigo americano se llama Jace Clayton, un negro de
Boston joven y atildado, que vive en Brooklyn y que resultó ser DJ
Rupture, un tipo en la vanguardia de la electrónica global que hace
años se dedica a bucear en ritmos alternativos. Saciado de africanos y
de orientales, investiga con fruición a los latinos. Había sido enviado
a Buenos Aires por la revista neoyorquina The Fader, una publicación
ultra chic, dedicada a la moda, las tendencias globales y la música.
Allí publicó su recorrida con Pablo por la escena porteña y describió
las noches de las fiestas Zizek y su público internacional y modernoso,
y las de la masa de cumbieros "100% negros", como dice el lomo de
Pablito, en letras tatuadas.cum
cumbia villera, reconoce la paternidad de la criatura como un destino
inexorable: marcado por un abuelo correntino chamamecero y el
Tropitango de Pacheco, catedral de la cumbia colombiana y peruana, no
podía salir otra cosa de él. "La cultura se va haciendo", dice el
músico, que detesta los discursos envarados de los sabiondos, pero
demuestra conocer su arte y su pasión tropical. Capaz de contar la
historia del género desde mediados del siglo pasado, Lescano es un
estudioso del género. Y fue él, nacido y criado en la villa La
Esperanza, de San Fernando, el que primero se puso a jugar con un amigo
DJ hasta mezclar el ritmo más popular del continente con la electrónica
y la parafernalia psicodélica de los sintetizadores. Hoy que la cumbia
se baila en fiestas electrónicas y se reivindica y se estudia en el
circuito intelectual, Lescano es un personaje rescatado en el universo
de lo cool. En el universo popular, en cambio, no necesita ningún
rescate: siempre estuvo ahí.
Pablo Lescano está en todas partes:
en el Luna Park con su combo de siempre; con la banda pop Miranda, en
The Roxy, haciendo un hit con su teclado al hombro; en las fiestas
Zizek, esos encuentros itinerantes en los que la cumbia se mezcla con
la electrónica, donde un puñado de modernos le parecen "un montón de
limones", por "el lime que tienen en la cabeza", dice. Y además, ahora
que pareciera que el reguetón le copó la parada en los barrios donde
siempre reinó, Lescano cruza todas las fronteras y toca en México,
España, Nueva York, Paraguay, Bolivia, Ecuador. Y es el rey adonde vaya.
Limones. Para el primer encuentro con C hubo que hacerle una guardia en el programa Pasión de Sábados,
a donde suele ir a tocar. Lescano había pasado la noche anterior con un
"periodista de Nueva York" al que había llevado a los bailes "para que
alucinara". "Claro, imaginate que él iba a Niceto donde pasan cumbia
mezclada con electrónica, o reguetón. Después un poco de rap, después
un cachito de cumbia, y reguetón. Es un invento bárbaro. Yo le dije
'vení que te llevo', y me lo llevé a Fantástico Bailable, a Jesse James
y un par de lugares más. ¡El chabón no lo podía creer!", cuenta
Lescano, en su departamento con vista al río, sobre una avenida de San
Isidro.
El amigo americano se llama Jace Clayton, un negro de
Boston joven y atildado, que vive en Brooklyn y que resultó ser DJ
Rupture, un tipo en la vanguardia de la electrónica global que hace
años se dedica a bucear en ritmos alternativos. Saciado de africanos y
de orientales, investiga con fruición a los latinos. Había sido enviado
a Buenos Aires por la revista neoyorquina The Fader, una publicación
ultra chic, dedicada a la moda, las tendencias globales y la música.
Allí publicó su recorrida con Pablo por la escena porteña y describió
las noches de las fiestas Zizek y su público internacional y modernoso,
y las de la masa de cumbieros "100% negros", como dice el lomo de
Pablito, en letras tatuadas.cum