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la fundación es una organización sin fines de lucro que se propone contribuir al mejoramiento de la la vida de las personas, organizaciones y comunidades

Como organización forma parte de una Red Internacional que reúne personas y grupos de Francia, Alemania, Suiza, España, Brasil, Colombia, que promueve la Economía Solidaria, el Desarrollo Social Local, la Salud Comunitaria, el abordaje colaborativo de los conflictos, los Diálogos Públicos y las formas creativas de abordar los desencuentros humanos

Podrán visualizar más en detalle algunas de estas dimensiones en nuestro site: www.moiru.com.ar

diciembre 22, 2009

Clase media Un juguete para sociólogos por T. Abraham

La clase media es un juguete ideológico para sociólogos. En ella pueden volcar todos los lugares comunes del sentimiento crítico. Odiar a la clase media es un placer que se da la clase media.

La clase media es un juguete ideológico para sociólogos. En ella pueden volcar todos los lugares comunes del sentimiento crítico. Odiar a la clase media es un placer que se da la clase media. La supuesta lucidez de la ciencia social no impide que su portador participe de los valores de la clase denostada. ¿Cuáles son los valores típicos de la clase media? Oficio o profesión estable, vivienda propia, educación superior y, claro, servicio de salud garantizado. Lo que esta clase pretende es entonces lo que quiere todo el mundo, en especial la clase obrera y los sociólogos.

Se acusa a la clase media de mezquindad. Sin duda, los valores mencionados derivan de una necesidad de seguridad individual y pueden hacer creer que a un miembro de esta clase poco le importan sus prójimos, en especial los que sufren.

Pero no hay que apresurarse con estas afirmaciones, ya que la clase media ha sabido congregarse y compartir con fervor valores colectivos. La historia del nazismo y de los fascismos en sus variantes rojas y negras son una prueba histórica de este hecho. Además, la filantropía es un fenómeno masivo de la clase media; basta ver el desarrollo del llamado “tercer sector”.

Se dice que la clase media desprecia a quienes estima inferiores como a los obreros, a los criollos, al cabecita negra, al piquetero. Es cierto, en la cultura burguesa europea del pasado lo “ordinario” era lo degradado y, por lo general, estaba representado por el campesinado. Sin embargo, este racismo es transversal y adscribible a todas las clases sociales. No porque forme parte de la naturaleza humana sino porque es frecuente que exista en las organizaciones un chivo emisario que purgue al conjunto. Un obrero bonaerense desprecia a un santiagueño y un zafrero tucumano a otro boliviano, y un mulato a un negro, un afroamericano a un nigeriano, un mestizo a un aborigen y un judío alemán a un judío polaco y éste a otro siriolibanés. Creer que la clase media monopoliza el desprecio social es ignorar el funcionamiento de las sociedades y el hecho de que los pobres empleados –símbolo de la clase media– han sido humillados hasta el servilismo por las estructuras de poder.

Viene bien hablar mal de la clase media y justificarlo con la afirmación de que estuvo del lado de la Libertadora y del Proceso, siempre contra el pueblo y vestida de gorila. También se debe reconocer que las formaciones guerrilleras surgieron del mismo estamento, así como la oficialidad represora. Hoy, este odio se ha rejuvenecido con la aparición de los rubios y su casillero contrastado por los negros.

Pero en verdad, la clase media no existe más. Por una razón sencilla calculada en pesos. El piso para pertenecer a la clase media es de unos seis mil pesos mensuales para una familia nuclear con dos hijos. No hablamos de una clase media del primer mundo para la que el auto, una playa por quince días y los enseres electrónicos son parte de la canasta básica, sino la de una del tercer mundo que de la suma indicada gasta el 35% en un crédito para la vivienda o alquiler más servicios, otro 30% en alimentos y el resto en educación y pocos esparcimientos. Este piso mínimo en realidad insuficiente exige un ingreso que tienen pocos argentinos.

Si hablamos de las nuevas generaciones, los que tienen unos veinte años o algo más, el futuro no les es más promisorio. Conseguir un trabajo con un sueldo de unos cuatro mil pesos es sumamente complicado y casi un milagro de mercado y un salario común apenas supera el costo de un alquiler. Si agregamos que hoy la condición laboral es casi por definición precaria, que su transitoriedad es regla y que la flexibilidad con la correspondiente tercerización es un fenómeno general, el deseo de estabilidad laboral e identidad profesional tiene pocas probalidades de llevarse a cabo. Por lo que el deseo tradicional de progreso económico y movilidad social está frustrado. Los miembros jóvenes de las capas medias que viven más o menos bien lo hacen gracias al patrimonio acumulado por generaciones anteriores.

Hay quienes desprecian a la clase media porque es poco artística. Este tipo de pedantería corre más por cuenta de aficionados a las letras y las artes que de los cientistas sociales. Elogian lo que llaman la cultura popular, sus raíces carnavalescas y callejeras y atacan sin merced a la cultura de masas representadas por la televisión cuyo apodo reciente se llama “tinellización” que, por supuesto, tiene cautivo a su público predilecto que nuevamente es la pobre clase media sentada en el living de su casa.

Hubo muchos intentos de imaginar una sociedad de clase media. La utopía liberal era la de una clase media conformada por pequeños propietarios. Las ideas que van desde la filosofía de Locke a las teorías de Adam Smith y el contrato social de Rousseau fueron pensadas para una sociedad de clase media con una distribución equitativa de bienes. Cuando el mundo corporativo del gran capitalismo mostró que esta sociedad de almaceneros no era posible, se pensó que las sociedades anónimas eran el sustituto actualizado para concretar el mismo sueño. Una colectividad de accionistas que por medio de papeles de riesgo administran sus ahorros.

Es posible que la última crisis financiera ponga en cuestión este modelo, aunque no se ve en el horizonte uno nuevo. El sueño del empleado público que también es un derivado de la clase media tiene sus problemas. La estabilidad de por vida, las compensaciones gremiales que equilibran sueldos mediocres y el poder corporativo duran lo que dura el superávit hasta una próxima hiperinflación o licuación de salarios, como sucedió en nuestro país en 1975, 1980, 1989 y en 2001.

Conformista, racista, mediocre por definición, trepadora, mezquina, esclava de la plata dulce, sólo rebelde ante corralitos y cacerolera ante cortes de calles, rubia con sentimiento de inseguridad, la clase media no se fue al paraíso y no sale del infierno sin siquiera llegar al purgatorio. En realidad, este odio que no es de clase, ya que no proviene ni del proletariado ni de los excluidos sino de las capas medias, es parte de lo que con talento el profesor Harold Bloom ha llamado “cultura del resentimiento”. ¿En qué consiste? En buscar la miseria detrás de la grandeza. Violencia de género, racismo, imperialismo son parte de todas la bajezas que un espíritu supuestamente emancipado y libertario puede descubrir para solaz de sus colegas. El espíritu de sospecha es ávido y vampiresco. No le alcanza la carne del presente. Un Aristóteles esclavista, Sarmiento genocida, Conrad colonialista, Marx antisemita, Salgari machista, la lista de la historia universal puede ser interminable pero se reduce a una única incapacidad: la de admirar. El que padece este afán de revancha no puede admirar. No se trata meramente de envidia, sino de la necesidad de empequeñecerlo todo para que no quede nada superior, hacer de todo un lodo porque así es posible destacarse en el chapoteo universal y el que más patalea en el barro de la historia sobrevive. La clase media es un trofeo algo deshecho de esta cruzada.

*Filósofo (www.tomasabraham.com.ar).



diciembre 14, 2009

Copenhague 2009 Por Marcelo Rodriguez

La reunión de Copenhague renueva las expectativas de evitar el Apocalipsis climático, que esta vez, a diferencia del año 1000, la guerra nuclear –el enfriamiento global–, el Y2K, apocalipsis de otros tiempos ya olvidados, parece ser una amenaza cierta. Bueno, aquí Marcelo Rodríguez cuenta, a vuelo de pájaro, lo que los nuevos apóstoles de la salvación humana están discutiendo en la lejana (para nosotros) Dinamarca.  
Fundada o no, la impresión común sobre la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático –COP-15– que se está realizando hasta el 18 de diciembre en la capital danesa gira alrededor de una idea: la de una gran oportunidad de salvar al planeta del colapso. Casi nada. No hace falta mucha matemática para calcular la expectativa que carga este encuentro, del que participan unas 15 mil personas de casi todos los países.
Algo genera más expectativa aún: a diferencia de lo que sucedió en el Protocolo de Kioto, el anterior acuerdo para reducir los gases que generan el efecto invernadero a nivel planetario –firmado en 1997 y vigente hasta 2012–, esta vez también participa Estados Unidos, que junto con China y la India son los mayores emisores mundiales de esos gases, fundamentalmente dióxido de carbono, metano y óxido nitroso. ¿Cuál será su forma de asumir la responsabilidad en el calentamiento global?
El primer límite realista es que, por tal circunstancia, muchos se conformarán con hacerles poner la firma en un acuerdo que sea vinculante, es decir: que obligue a los firmantes bajo pena de sanción a cumplir con las resoluciones que se deriven de estas discusiones. ¿Cuánto bajarán las exigencias de tal acuerdo en caso de que se logre, tan sólo por lograr esas firmas? Es otra de las grandes incógnitas.
¿Quiénes discuten en Copenhague? En principio, cada uno de los gobiernos de más de 190 países designaron su comitiva de representantes: embajadores, legisladores, diplomáticos. Cuando Barack Obama anunció su presencia en Dinamarca pareció hacerse carne la idea de que la cosa iba en serio, y empezaron a anotarse varios otros primeros mandatarios, entre ellos Lula da Silva y Cristina Fernández.
Los representantes oficiales serán quienes negocien y firmen los acuerdos. Y volverán, cada uno a su país, a hacer números. Pero también forman parte de la tropa los grupos de expertos, que están haciendo de apoyo para debatir los aspectos técnicos de cada posible medida o acuerdo cuya implementación se estudie, basados –en general– en los cálculos de los científicos del IPCC, que tienen evaluadas las posibles consecuencias del cambio climático en curso ante cada escenario de crecimiento económico y de recambio hacia energías "limpias".
Y además los integrantes de la sociedad civil, a través de asociaciones ambientalistas y sociales y otras organizaciones no gubernamentales, también tienen su lugar en la COP-15 en carácter de veedores. Y ésta es una de las razones por las que la militancia ecologista en todo el mundo le confiere cierta legitimidad a este encuentro, al que apuesta más fichas que a los realizados por la Organización Mundial del Comercio o la OCDE –el club de los 20 países más ricos–, que sólo dejan la protesta como forma de participación. Los daneses, igualmente y por las dudas, no dejaron de anunciar a los potenciales troublemakers lo cómodos que son los calabozos de la tierra del filósofo Kierkegaard y del príncipe Hamlet para pasar la Navidad, el Año Nuevo y hasta enero, all inclusive.
El austríaco Yvo de Boer describió los que serían para él, como secretario ejecutivo de la Unfccc, que es el Convenio Marco de la ONU para el Cambio Climático, los imperativos categóricos de este encuentro en Copenhague: regular la emisión de gases de efecto invernadero, especialmente en los países con crecimiento más acelerado (India y China aumentaron entre 100 y 150 por ciento sus emisiones en 15 años) y discutir cómo financiar tanto el recambio energético hacia tecnologías "verdes" como la mitigación del impacto ecológico –y de rebote, el impacto social y humano– del cambio climático en los países pobres.
Los números que se manejan como posibles objetivos (lo reconocen casi todos) son arbitrarios. Reducir para el año 2020 un 40% la emisión de gases de efecto invernadero respecto de los valores de 1990. O sea, grosso modo: que Estados Unidos, por ejemplo, tome la decisión de quemar un 40% menos de petróleo y que, si no está dispuesto a restringir su consumo energético, convierta en esta década que se inicia casi la mitad de su energía en energía limpia y renovable (siguiendo a rajatabla el Protocolo de Kioto, Dinamarca habría logrado una reducción del 19%). Que la proporción de gases tóxicos en la atmósfera no pase de 450 partes por millón para el año 2050, lo cual si se hace caso de las proyecciones del IPCC respecto de las consecuencias para la vida de las especies (incluido el hombre) y los ecosistemas sería un resultado de por sí poco pretencioso.
Con respecto al calentamiento global, el número que el sentido común imperante en Copenhague baraja como meta es que la temperatura promedio del planeta no suba más de 2ºC en este siglo XXI. Sin embargo, según el IPCC, la temperatura ya subió un grado desde el inicio de la Revolución Industrial hace 200 años, y habría 0,8ºC más de aumento asegurado sólo por los gases de efecto invernadero que ya se han liberado a la atmósfera, porque su efecto es retardado. O sea: si cesara toda la actividad económica mundial, ya estaríamos casi al límite. Son infinitas las conjeturas y especulaciones que pueden hacerse acerca de esta sensación de que se entra al partido perdiendo por goleada. Hay quienes aseguran que incluso la idea de acabar con el capitalismo sería menos ambiciosa que ganar este partido.
Esos objetivos de la COP-15 vienen prefigurándose desde el encuentro del Unfccc hecho en el 2007 en Bali, que fue su preparativo directo. Y un punto interesante es que esta conceptualización supone un cambio. Porque en el Protocolo de Kioto había sólo dos tipos de países: los "desarrollados", o responsables máximos del calentamiento global por su proceso de industrialización, y los países "en desarrollo", víctimas de las consecuencias.
Pero en la COP-15 ya se adelantó el cambio de esa tesitura por la impronta de que, aun teniendo en cuenta los grados de responsabilidad, "todos somos responsables". ¿Cómo "convencerán" a China y a la India de frenar su ritmo de crecimiento? Las grandes naciones industrializadas deberían reducir sus emisiones pero también, sobre todo, financiar la transferencia tecnológica a los países más pobres para crecer y desarrollarse sobre la base de formas de energía "verde", amortizar los daños económicos que implicaría parar la deforestación –y en esto países como Brasil o Perú irían a la cabeza de ciertas responsabilidades, independientemente de su carácter de "ricos" o "pobres"– y mitigar las consecuencias sociales de los inminentes daños al ecosistema.
Un dato quizás auspicioso: hay cálculos difundidos por la ONG Greenpeace que ubican esta ayuda de dinero necesaria para los países menos desarrollados en unos 140 mil millones de dólares anuales: es mucho menos de lo que invirtió el gobierno estadounidense este año (700 mil millones) para salvar al sistema bancario de su crisis.
Pero tiene sus bemoles esta posible nueva forma de relación entre las naciones. Por ejemplo: las clases gobernantes de los países más pobres del planeta, ¿son tan pobres también? ¿No tienen, acaso, nada que ver en el empobrecimiento sistemático de sus pueblos? Pero suponiendo que sí tuvieran que ver, ¿habilitaría eso a una suerte de "gobierno global" a digitar las decisiones de gobierno de los países subsidiados en nombre de "la salvación del planeta", para que esos subsidios –destinados en gran parte nada menos que a cambiar la matriz energética– se ejecuten según lo estipulado? Sean cuales fueren los resultados de la COP-15 –y en pocos días seguramente habrá interpretaciones muy diferentes acerca de si fue un éxito o si fue un fracaso–, el mundo que se viene después de Copenhague tampoco será un mundo sencillo.

Crecer desde abajo

Los pequeños emprendimientos que se consolidan a partir de proyectos innovadores son clave en la trama productiva y han mostrado mayor capacidad de adaptación a las crisis. Los especialistas remarcan la necesidad de alentar estas iniciativas y destacan el caso de las cooperativas.
Las cooperativas que guían su accionar sobre la base de valores y principios solidarios, centrándose en la satisfacción de las necesidades de las personas, han resultado ser relativamente más resistentes a la actual crisis internacional que las empresas cuyo fin es el lucro. Tal como ocurre en nuestro país desde fines de la década del noventa, se reconoce además su contribución a la creación de empleos decentes, la movilización de recursos y la generación de inversiones, mitigando los efectos de las crisis.
El Instituto Nacional de Asociativismo y Economía Social (Inaes) da cuenta de que casi dos tercios de las 14.679 cooperativas registradas hoy en la Argentina, están relacionadas con el trabajo. Le siguen las de vivienda y construcción (10 por ciento), consumo y provisión (8), agropecuarias (6,5), de servicios públicos (6) y de créditos y seguros (5). Casi 10.200 de aquel total se registraron en los últimos 6 años, de las cuales más de 8000 son cooperativas de trabajo. En conjunto, el sector genera aproximadamente el 9 por ciento del PIB.
Más allá de las cifras, el desarrollo de las cooperativas –en tanto empresas y movimientos sociales– está siempre ligado al contexto institucional y económico en el que deben desenvolverse. Al mismo tiempo, persiguen cumplir con una función correctiva o transformadora de la realidad, por lo que actúan modificando ese contexto. En tanto movimiento social, las relaciones de tipo horizontal que se dan entre sus asociados se potencian en las múltiples relaciones que cada uno de ellos establece con otros miembros de la comunidad, creando un terreno fértil para el desarrollo local de relaciones y prácticas participativas y democráticas.
Pocas veces el desarrollo de esa red social cuenta con el visto bueno estatal, y cuando el neoliberalismo instala sus valores en la cultura dominante, las transforma en un potencial enemigo. En tanto empresas sin fines de lucro, las cooperativas operan –compitiendo en el mercado– con las ventajas que les dan sus características distintivas: voluntariedad, autogestión, reciprocidad, territorialidad y sentido de pertenencia. Como contrapartida, suelen tener que enfrentarse a una normativa legal que no está orientada a que esas ventajas puedan desarrollarse y que en períodos de auge de políticas neoliberales entra directamente en contradicción con las mismas.
Es por eso que el cambio en la actitud del Estado hacia el cooperativismo, expresado en los últimos años, es auspicioso. Abre nuevas posibilidades y desafíos para el sector, al tiempo que lo impulsa a continuar y profundizar los reclamos y a ocupar espacios concretos de poder desde los cuales incidir en las políticas públicas, constituyéndose en una herramienta de transformación social. Para eso, el movimiento cooperativo debería sumar a su tradicional integración institucional federativa, la interacción económica, avanzando en emprendimientos empresariales conjuntos como la utilización recíproca de servicios y el desarrollo de proyectos comunes.
Entre los reclamos específicos, se destacan: creación de órganos locales en materia cooperativa en las provincias donde no los hay; elevar la jerarquía institucional del organismo nacional que regule y establezca estrategias para el sector; reconocimiento estatal de la peculiar situación jurídica, económica y social de las cooperativas de servicios públicos; ley nacional de expropiación y modificación de la ley de quiebras para las empresas recuperadas. A éstos se suma la necesidad de modificar la normativa que regula algunas áreas particularmente sensibles, como el sector financiero. Se solicita también la incorporación, en una futura reforma constitucional, del reconocimiento expreso de la función económica y social que cumplen las cooperativas. Tal como se dio en los últimos procesos de reforma constitucional latinoamericanos, desarrollados en Bolivia, Ecuador y Venezuela.
En ese contexto, el cooperativismo de trabajo merece especial consideración. El reciente Plan Ingreso Social con Trabajo, en tanto apunta no sólo a resolver la desocupación e informalidad laboral, sino a que la gente se organice socialmente para combatir la pobreza, refleja un importante esfuerzo del gobierno nacional. Presenta, sin embargo, el riesgo de que las cooperativas actúen como pasivos instrumentos de contención social, desnaturalizando su carácter autónomo y transformador. Por eso el desafío para el movimiento cooperativo es acompañarlas en un camino que les permita despegarse gradualmente del Estado y promueva una participación real y efectiva de sus asociados, consolidando su carácter autogestivo a partir de la sustentabilidad económica.
* Coordinador del Departamento de Cooperativismo del Centro Cultural de la Cooperación Floreal Gorini.

Un experimento en Estados Unidos confirma la "teoría" de las ventanas rotas - Información Gral - LaCapital.com.ar

Un experimento en Estados Unidos confirma la "teoría" de las ventanas rotas - Información Gral - LaCapital.com.ar
Si la ventana de un edificio aparece rota y no es arreglada con premura, no pasará mucho tiempo para que el resto de los cristales corran la misma suerte. ¿Por qué sucede esto?

Es un experimento que llevó a cabo un psicólogo de la Universidad de Stanford, Philip Zimbardo, en 1969. La prueba consistió en dejar un auto en la calle sin las patentes y con las puertas abiertas, y esperar a ver qué ocurría.
Zimbardo abandonó un coche en las descuidadas calles del Bronx de Nueva York con las placas de matrícula arrancadas y las puertas abiertas, y esperó a ver que sucedía.
Pasaron tan solo diez minutos y comenzaron a robar sus componentes, mientras que tres días más tarde no quedaba nada que tenga valor. Luego de esto, lo que quedaba del vehículo empezó a ser destrozado.
La segunda parte del experimento consistió en dejar un vehículo en condiciones parecidas en un barrio rico de Palo Alto, California. Allí no pasó nada y el auto estuvo intacto durante una semana. Zimbardo decidió hacer algunos pequeños destrozos al vehículo y esa fue la "señal" para que los honrados vecinos californianos hagan lo mismo que los del Bronx: comenzaron a saquearlo.
Argandoña explica que este experimiento dio paso a la teoría de las "ventanas rotas", elaborada por James Wilson y George Kelling: si la ventana de un edificio aparece rota y no es arreglada con premura, no pasará mucho tiempo para que el resto de los cristales corran la misma suerte.
¿Cuál sería la explicación? Seguramente es divertido romper cristales, pero principalmente la razón es que la primera ventana rota deja un mensaje: "Aquí no hay nadie que cuide de esto".
El ejemplo puede trasladarse a las pintadas en las paredes, ya que es muy común que cuando un grafiti permanece mucho tiempo, inmediatamente la pared se ve "decorada" con muchos más. Igual sucede con la limpieza en las calles y el cuidado de los jardines.
"El mensaje es claro: una vez que se empiezan a desobedecer las normas que mantienen el orden en una comunidad, tanto el orden como la comunidad empiezan a deteriorarse, a menudo a una velocidad sorprendente. Las conductas incivilizadas se contagian", da cuenta Argandoña, profesor de Economía del Instituto de Estudios Superiores de la Empresa, en una columna de opinión publicada hace pocos años en el diario El País.
El español cita el trabajo de Wilson y Kelling: "Muchos ciudadanos pensarán que el crimen, sobre todo el crimen violento, se multiplica y, consiguientemente, modificarán su conducta. Usarán las calles con menos frecuencia y, cuando lo hagan, se mantendrán alejados de los otros, moviéndose rápidamente, sin mirar ni hablarles. No querrán implicarse con ellos. Para algunos, esa atomización creciente no será relevante, pero lo será para otros, que obtienen satisfacciones de esa relación con los demás. Para ellos, el barrio dejará de existir, excepto en lo que refiere a algunos amigos fiables con los que estarán dispuestos a reunirse".
Según Argandoña, el análisis es factible de ser llevado a muchas otras facetas de la vida social o el ámbito empresarial. El descuido de normas éticas o irregularidades menores llevará inevitablemente a un efecto en cadena casi irreversible.
El camino para no caer en estas prácticas sería recuperar "las conductas cívicas y morales en la familia, en la empresa, en el club deportivo, en la ciudad, en los medios de comunicación, etcétera".
Argandoña cierra su columna con citas de Kant -"Actúa siempre de modo que tu conducta pueda ser considerada una regla universal"- y de Aristóteles -"Esas conductas nos empeoran a nosotros mismos como personas"-, y deja un mensaje para reflexionar: "Si no quieres ser mentiroso, no digas la primera mentira, porque... la próxima vez será más fácil".


noviembre 19, 2009

un interesante analisis de la "manera argentina" de vivir en democracia

Decálogo de la anomia argentina. Cuando una democracia se desorganiza 

Eduardo Fidanza  Para LA NACION

Entre nosotros se ha abusado de la palabra anomia -un término acuñado por la sociología clásica- hasta convertirla en un tópico. Anomia significa ausencia de normas para regular la vida social. Sin duda su popularización -las palabras no son neutrales- es un síntoma de nuestra sociedad, que con sus comportamientos nos obliga a recaer una y otra vez en ella.  Sobre la anomia argentina escribió páginas ya clásicas Carlos Nino, cuyo concepto de "anomia boba" designa un tipo de inobservancia de la ley que no favorece a nadie y genera altos niveles de ineficiencia. La anomia que me interesa destacar, no obstante, es la que se produce por una falla estructural de la clase dirigente. Se manifiesta como un fracaso en el ejercicio de la autoridad y afecta las percepciones y los comportamientos. Se trata de una patología que se contagia del poder y se transmite a los grupos sociales. Su víctima es la gente común. Los victimarios, aquellos que ocupan posiciones de poder. La anomia boba perjudica a todos, la anomia a la que me refiero somete a la sociedad en beneficio de sus elites.

Mi descripción de la anomia argentina consta de diez rasgos o factores.

El primero, y acaso el más grave, lo definió Tulio Halperín Donghi, uno de nuestros mejores historiadores, cuando concluyó: "Si hay un rasgo que caracteriza la vida política argentina es la recíproca denegación de legitimidad de las fuerzas que en ella se enfrentan, agravada porque éstas no coinciden ni aun en los criterios aplicables para reconocer esa legitimidad". Denegar legitimidad significa descalificar por completo al que piensa distinto. Y suponer que si prevaleciera, sólo atendería a sus intereses y dañaría al conjunto. No caben aquí la contraposición de ideas ni el intento de establecer acuerdos mínimos. La razón es un trágico leitmotiv de la cultura política argentina: cada uno percibe al que piensa distinto como un enemigo, no como un adversario.

El segundo factor, que es consecuencia del anterior, lo llamaré demarcación de territorios. Las elites argentinas, como los animales domésticos, fijan obsesivamente los límites de sus espacios de acción y pretenden reinar allí sin intromisiones ni límites. Amos de sus cotos, los líderes sectoriales construyen una leyenda edificante destinada a encubrir sus intereses. Lo que, hasta cierto punto, podría considerarse un efecto normal de la división del trabajo adquiere en la Argentina un carácter sofocante: la demarcación de territorios anula cualquier espacio compartido. Nuestras elites pretenden apropiarse de toda la renta, simbólica o material, sin contribuir al patrimonio común.

El tercer rasgo es el desacople entre poder y autoridad. Como nadie le reconoce legitimidad al otro, en la Argentina cada sector se dedica a ejercer el poder. El poder sin legitimidad se reduce a la pura fuerza. Hay que ser prepotente, avanzar, apretar, atropellar, ocupar espacios, depredar. La barra brava, el piquete y la patota simbolizan esas conductas, pero no hay que engañarse: existen en las canchas de fútbol y en las calles como en los salones y despachos más influyentes. Con cuidados argumentos o con palos, los argentinos buscan imponerse unos a otros por la fuerza. Pocas veces prevalecen la moderación y la autoridad.

El cuarto factor es la falta de consenso respecto del perfil institucional del país. La clase dirigente argentina no se pone de acuerdo acerca de qué tipo de instituciones habrán de regir la sociedad. Aquí se manifiesta la ausencia de criterios de la que hablaba Halperín. Desde hace 25 años acatamos formalmente la democracia, pero no deja de corroernos la disputa acerca de cuáles deberán ser sus características y acentos. Esa divergencia, que involucra aspectos económicos y políticos, puede rastrearse ya en los siglos XIX y XX, cuando unos plantearon la contradicción entre civilización y barbarie, y otros, entre pueblo y oligarquía.

El quinto rasgo es la utilización del Estado para fines partidarios. Este fenómeno, que es una tentación irresistible en cualquier sistema político, alcanzó en la Argentina niveles intolerables. Implica, como tantas veces se ha repetido, una confusión entre Estado, gobierno y partido. Llegar al gobierno supone apropiarse del Estado y usarlo como instrumento arbitrario de acumulación de poder. Esta malversación de la función estatal, convertida en costumbre y fuera de todo control, tiene efectos devastadores para la cultura pública. Tratemos de convencer a un votante común de que los políticos que debe elegir cumplirán su papel atendiendo al interés general y no al de su propio sector. Nadie nos va a creer.

El sexto rasgo deriva del anterior. Es la deserción del Estado de sus funciones básicas. Hace 20 años que nuestra clase dirigente discute si el Estado debe intervenir activamente en la economía o debe limitarse a garantizar servicios esenciales, como salud, educación, seguridad, justicia y defensa. Pues bien: tuvimos una década para cada posición; al cabo, el Estado sigue demostrando ser un pésimo administrador de empresas y un ente fracasado para asegurar los bienes públicos. La gente sufre cada día la ausencia del Estado. Se siente desprotegida. Intentemos convencerla de que no se repliegue, de que no se enfurezca, de que no se deprima, de que no se asuste o de que no recurra a medios ilegales para alcanzar sus objetivos. Será inútil: dirán, como se dice en la calle, "no nos queda otra".

La séptima característica es la fragmentación y pérdida de identidad de las fuerzas políticas. La decadencia de los partidos, el uso arbitrario del poder estatal, las máscaras del peronismo, los problemas del radicalismo para gobernar, la inexistencia de una derecha y una izquierda presentables, entre otros infortunios, produjeron a la vez la atomización y la disolución de las identidades políticas. Como escribió Carlos Pagni hace unos días en este diario, la política argentina se organiza hoy en torno a ejes temáticos de coyuntura, no según la pertenencia a organizaciones con programas y proyectos. Esto es fuente de una enorme confusión. Y un campo propicio para manipular las voluntades. La gente no entiende este desbarajuste ni quiere hacer el esfuerzo para comprender, porque ya no le importa.

El octavo factor es el autismo. Las elites argentinas, enfrascadas en sus luchas facciosas, perdieron la noción de que viven en una región del mundo que, aun con sus graves problemas, considera una pérdida de tiempo (si no una imbecilidad) vivir dilapidando oportunidades, debatiendo temas del pasado, practicando la desunión y dando la espalda a la realidad internacional. El resultado es deplorable: nuestros vecinos progresan y maduran, respetan y apoyan a sus presidentes, preservan consensos básicos, ganan prestigio. Nosotros ya no somos un socio confiable para ellos. Participamos del protocolo, pero cada vez menos de la confianza y los negocios. La anomia política es una extravagancia que el mundo no está en condiciones de tolerar.

La novena característica es la desigualdad. Es cierto que trata de un problema mundial de difícil solución, pero la Argentina es el país de la región que se volvió más desigual en menos tiempo. Conserva aún altos índices relativos de desarrollo humano, aunque pierde terreno con rapidez. Y muestra un aumento notable de la mortalidad infantil y de otros indicadores similares. Cuando las elites se desentienden de la desigualdad o se acuerdan de ella en ocasiones, se generan resentimiento, frustración y violencia. Las clases sociales se separan por muros invisibles pero infranqueables. Cada grupo con sus códigos, sus recelos y sus estrategias. De un lado, los que pueden darse una vida entre digna y ostentosa; del otro, los que no poseen nada y no tienen perspectivas de mejorar. Es una caldera de odio. Las invocaciones al rol del Estado y de la iniciativa privada, la retórica populista, las pulcras recetas liberales se proclaman en las plazas y en los simposios, pero, como se dice en el lenguaje común, "no pasa nada". Los argentinos siguen muriéndose cada día de pobreza o de violencia.

El último rasgo es un signo de los gobiernos irresponsables. Lo denomino la excitación de las apetencias individuales. ¿Qué quiere decir? Significa, dicho rápido y con sencillez, que, cuando la economía marcha bien, se reparte o se promete repartir sin prever los malos tiempos. Se induce a creer que no hay límites. Que siempre se vivirá en la abundancia. Cuando ésta cesa, cada sector se cree con el derecho de seguir reclamando la cuota prometida. La irresponsabilidad consiste en ocultar que las necesidades se atienden según los recursos disponibles y que éstos son por naturaleza fluctuantes. Los buenos gobiernos dependieron siempre de las ecuaciones, no de la demagogia. La sociedad argentina vive momentos de crispación. La gente está harta de sus dirigentes. Hay esfuerzos sensatos para cambiar el rumbo, pero no alcanzan. Se impone la intolerancia. Parece que camináramos, para usar la expresión del poeta César Vallejo, por el "borde célebre de la violencia". Es una sensación desagradable, amenazadora. Emile Durkheim, el sociólogo que describió la anomia, pensaba que la desorganización social abre la puerta a todas las aventuras. Yo agregaría: cuando las democracias se desorganizan, suelen engendrar aventuras totalitarias.

Acaso no esté de más recordarlo en estos días de furia. © LA NACION El autor es sociólogo, director de la consultora Poliarquía



octubre 03, 2009

Un experimento en Estados Unidos confirma la "teoría" de las ventanas rotas - Información Gral - LaCapital.com.ar

Un experimento en Estados Unidos confirma la "teoría" de las ventanas rotas - Información Gral - LaCapital.com.ar
Si la ventana de un edificio aparece rota y no es arreglada con premura, no pasará mucho tiempo para que el resto de los cristales corran la misma suerte. ¿Por qué sucede esto?

Es un experimento que llevó a cabo un psicólogo de la Universidad de Stanford, Philip Zimbardo, en 1969. La prueba consistió en dejar un auto en la calle sin las patentes y con las puertas abiertas, y esperar a ver qué ocurría.
Zimbardo abandonó un coche en las descuidadas calles del Bronx de Nueva York con las placas de matrícula arrancadas y las puertas abiertas, y esperó a ver que sucedía.
Pasaron tan solo diez minutos y comenzaron a robar sus componentes, mientras que tres días más tarde no quedaba nada que tenga valor. Luego de esto, lo que quedaba del vehículo empezó a ser destrozado.
La segunda parte del experimento consistió en dejar un vehículo en condiciones parecidas en un barrio rico de Palo Alto, California. Allí no pasó nada y el auto estuvo intacto durante una semana. Zimbardo decidió hacer algunos pequeños destrozos al vehículo y esa fue la "señal" para que los honrados vecinos californianos hagan lo mismo que los del Bronx: comenzaron a saquearlo.
Argandoña explica que este experimiento dio paso a la teoría de las "ventanas rotas", elaborada por James Wilson y George Kelling: si la ventana de un edificio aparece rota y no es arreglada con premura, no pasará mucho tiempo para que el resto de los cristales corran la misma suerte.
¿Cuál sería la explicación? Seguramente es divertido romper cristales, pero principalmente la razón es que la primera ventana rota deja un mensaje: "Aquí no hay nadie que cuide de esto".
El ejemplo puede trasladarse a las pintadas en las paredes, ya que es muy común que cuando un grafiti permanece mucho tiempo, inmediatamente la pared se ve "decorada" con muchos más. Igual sucede con la limpieza en las calles y el cuidado de los jardines.
"El mensaje es claro: una vez que se empiezan a desobedecer las normas que mantienen el orden en una comunidad, tanto el orden como la comunidad empiezan a deteriorarse, a menudo a una velocidad sorprendente. Las conductas incivilizadas se contagian", da cuenta Argandoña, profesor de Economía del Instituto de Estudios Superiores de la Empresa, en una columna de opinión publicada hace pocos años en el diario El País.
El español cita el trabajo de Wilson y Kelling: "Muchos ciudadanos pensarán que el crimen, sobre todo el crimen violento, se multiplica y, consiguientemente, modificarán su conducta. Usarán las calles con menos frecuencia y, cuando lo hagan, se mantendrán alejados de los otros, moviéndose rápidamente, sin mirar ni hablarles. No querrán implicarse con ellos. Para algunos, esa atomización creciente no será relevante, pero lo será para otros, que obtienen satisfacciones de esa relación con los demás. Para ellos, el barrio dejará de existir, excepto en lo que refiere a algunos amigos fiables con los que estarán dispuestos a reunirse".
Según Argandoña, el análisis es factible de ser llevado a muchas otras facetas de la vida social o el ámbito empresarial. El descuido de normas éticas o irregularidades menores llevará inevitablemente a un efecto en cadena casi irreversible.
El camino para no caer en estas prácticas sería recuperar "las conductas cívicas y morales en la familia, en la empresa, en el club deportivo, en la ciudad, en los medios de comunicación, etcétera".
Argandoña cierra su columna con citas de Kant -"Actúa siempre de modo que tu conducta pueda ser considerada una regla universal"- y de Aristóteles -"Esas conductas nos empeoran a nosotros mismos como personas"-, y deja un mensaje para reflexionar: "Si no quieres ser mentiroso, no digas la primera mentira, porque... la próxima vez será más fácil".


agosto 17, 2009

los expatriados

El exilio, tan duro como de lo que se huye - lanacion.com
Evangelina Himitian
LA NACION
El éxodo fue masivo y representó la mayor oleada emigratoria que vivió el país en su historia: a partir de 2001, más de 800.000 argentinos se fueron a vivir al exterior, según un informe de la Organización Internacional para las Migraciones que publicó el martes último LA NACION.
¿Qué ocurrió con ellos? ¿Lograron insertarse en el nuevo destino? ¿Piensan en volver? ¿Los logros conseguidos fueron lo suficientemente importantes para paliar la nostalgia y el desarraigo? ¿Cómo viven estos argentinos en el exterior, a ocho años de su partida?
"Dadas las peculiares características de la Argentina, que no representa un caso típico de país exportador de trabajadores, los diferentes flujos de emigrantes poseen un alto nivel educativo y una elevada tasa de retorno", señaló la socióloga Susana Novick, investigadora del Conicet y del Instituto Gino Germani, en su libro Norte-Sur, estudios sobre la emigración de argentinos , publicado recientemente por la Universidad de Buenos Aires.
El trabajo indagó en profundidad las distintas etapas de la emigración durante la última década. Uno de los relevamientos se hizo en el país, entre argentinos que planeaban emigrar. Entre los motivos de la partida, primaron las razones personales: la búsqueda de mejores condiciones de vida y laborales. Estas fueron mencionadas por el 51% de los entrevistados.
El 59% creía que su emigración sería definitiva y que sólo pensaban volver de vacaciones.
Una encuesta realizada años más tarde entre personas que residían fuera de la Argentina indicó que las dos terceras partes de los entrevistados consideraba que económicamente estaba mejor en el nuevo país, en relación con su situación en la Argentina. Sin embargo, cuando se les preguntó por las consecuencias de la emigración en ellos y su familia, sólo un tercio expresó implicaciones positivas, tales como haber podido cumplir con sus expectativas, hacer planes, lograr una mayor realización profesional y personal, y conseguir más seguridad. En tanto que otros dos tercios destacaron lo negativo de la emigración, como el desarraigo, la soledad y la falta de afectos familiares.
Un indicador en el progreso del nivel de vida se expresa en que el 47,6% de los entrevistados dijeron poseer en el nuevo país automóviles u objetos de confort, como televisión, computadora, lavarropas, microondas y conexión a Internet en su casa. Cuando vivían en la Argentina, sólo el 20% los tenía. Por el contrario, la propiedad inmueble descendió con la emigración: el 25,5% de los entrevistados poseía una o más propiedades en la Argentina. Ese porcentaje descendió al 7% en el nuevo país.
Anhelos insatisfechos
"Hemos recurrido a la utilización de técnicas cualitativas que nos permiten explorar las características y razones por las cuales las expectativas y anhelos puestos en la emigración no fueron totalmente satisfechos", señaló Paula Palomares, autora de uno de los capítulos que analiza las razones del regreso de miles de argentinos al país, a partir de 2005. Sin embargo, no se precisa cuántos son.
"Las razones para emigrar apuntaban a la realización personal, entendida como la búsqueda de mejores condiciones personales y laborales, pero también apuntaban a la crisis de la Argentina. En cambio, el desarraigo, la discriminación, las expectativas frustradas y la limitada inserción laboral e institucional desalentaron gradualmente la posibilidad de establecerse por un largo período", agregó Palomares.
Para indagar cómo se reinsertaron en el país los emigrados que retornaron, los investigadores hicieron 25 entrevistas en profundidad desde 2005. Según las conclusiones, en la decisión de retornar tuvo un peso importante la percepción que en los países desarrollados se tiene de los inmigrantes, a quienes, según su nacionalidad, se los cataloga como generadores de problemas y, de manera creciente, como una amenaza. "Todo extranjero es igualmente una basura", apuntó Mariana, de 27 años, entrevistada para el trabajo.
"Muchos chocaron con la burocracia, que cumple la función de la discriminación encubierta. Otra forma de discriminación fue el trabajo. El acceso, para muchos, quedó restringido a las ocupaciones de menor calificación. Los universitarios encuentran en la sociedad receptora un límite para el ascenso profesional y, por ende, ven frustradas las expectativas que los llevaron a migrar", agregó Palomares.
El nivel de capacitación de los emigrados es alto: el 71,4% poseía estudios universitarios o superiores, y la mayoría de los que se fueron estaban ocupados en el momento inmediatamente anterior a su partida.
No obstante, según los investigadores, la vuelta no está motivada por una sola razón. La añoranza, la vida cotidiana, lo que ellos llaman la inmediatez de las relaciones sociales, no se compensan con una seguridad económica. "Y esto es justamente lo que comprueban una vez transcurridos los dos años", apuntó la investigadora.
Uno de los datos del informe de la OIM es que el aporte económico de los emigrados a las arcas argentinas no es menor. Si se observa la evolución de las remesas en el período 2001-2007, se advierte un incremento del 900% en el volumen enviado. El monto pasó de 100 millones de dólares en 2001 a US$ 920 millones en 2007. Esta cifra significa el 0,4% del PBI.
Los principales países desde donde los migrantes argentinos emitieron las remesas son España (30,4%), Estados Unidos (22,3%), Chile (6%), Paraguay (5,9%), Israel (5,4%), Bolivia (3,5%), Brasil (2,5%), Uruguay (2,3%) y Canadá (2,1 por ciento).
Los expatriados
* 806.369 argentinos, el 2,1 por ciento de la población, emigraron del país a partir de la crisis económica de 2001, según la Organización Internacional para las Migraciones (OIM).
* La cifra representa a la población total de la provincia de Santiago del Estero y significa la mayor ola migratoria de la historia argentina. Pero no toma en cuenta a los que retornaron en los últimos meses por la crisis mundial.
* 229.009 personas emigraron a España. Como destinos, le siguieron Estados Unidos, con 144.023 emigrados; Paraguay, con 61.649; Chile, con 59.637; Israel, con 43.718, e Italia, con 11.576.
* 4,2 millones de personas vinieron al país a principios del siglo XX. Inmigraron desde países como Italia, España y Francia, entre otros. La mitad retornó luego a su país de origen.
* US$ 920 millones fue el monto total de las remesas enviadas al país, en 2007, por los argentinos expatriados.
* 900% más. Ese es el incremento en el volumen del dinero enviado desde el exterior, en comparación con 2001 , cuando los montos no superaban los US$ 100 millones.
* Origen de las remesas. España (30,4%), Estados Unidos (22,3%), Chile (6%), Paraguay (5,9%), Israel (5,4%), Bolivia (3,5%), Brasil(2,5%) y Uruguay (2,3%).


julio 21, 2009

la fuerza del pensamiento

NUEVA YORK ( The New York Times ).- Aprender a mover un cursor sólo con los pensamientos puede ser algo no demasiado distinto de aprender a jugar al tenis o a andar en bicicleta, de acuerdo con un nuevo estudio.

La investigación, que se realizó en monos, pero se espera que pueda aplicarse en seres humanos, comprende un rediseño fundamental de los experimentos hombre-máquina.

En estudios previos, a las interfaces de computadora que traducen pensamientos en movimientos se les daba un nuevo conjunto de instrucciones cada día, algo similar a despertarse cada mañana con un nuevo brazo que uno tiene que aprender a usar de nuevo.

Pero en los nuevos experimentos, los monos aprendieron a mover un cursor utilizando sólo un conjunto de instrucciones.

"Es la primera demostración de que el cerebro puede controlar un dispositivo de forma similar a como controla su propio cuerpo", dijo José Carmena, profesor de la Universidad de California en Berkeley, que condujo la investigación. Los experimentos se publicaron ayer en PloS Biology.

"Los resultados son muy espectaculares y sorprendentes -dijo el doctor Eberhard E. Fetz, experto en la interfaz mente-máquina de la Universidad de Washington, que no participó en la investigación-. Muestra que el cerebro es más inteligente de lo que pensábamos."

Los electrodos se implantaron directamente en el cerebro para registrar la actividad de una población de 75 a 100 células que ayudan a guiar el movimiento.

La actividad de esas neuronas se grabó a medida que los animales movían el brazo o la mano. Luego, se inmovilizó el miembro, y los investigadores predijeron qué quería hacer el animal observando la actividad celular: ese patrón se enviaba a un decodificador, un algoritmo de computadora que transforma las señales del cerebro en comandos que una máquina puede ejecutar.

Pero debido a la variabilidad causada por el movimiento de los electrodos y a cambios de las células cerebrales los científicos advirtieron que una nueva población de células estaba controlando los movimientos cada día. Recalibraban el decodificador y el sujeto tenía que volver a aprender cada día la tarea.

Carmena se preguntó qué pasaría si mantenía constante el decodificador. ¿Podría un grupo elegido al azar de unas 10 o 15 neuronas, con práctica, ser obligado a formar un recuerdo estable? El equipo de Carmena entrenó a dos monos a usar un joystick para alcanzar puntos azules en un círculo y luego extrajeron el decodificador. Los animales, después, practicaron cómo mover el cursor con sus pensamientos durante 19 días y luego les cambiaron el color de los puntos por amarillo. En un par de días, aprendieron la nueva tarea utilizando las mismas células: tenían dos mapas mentales que no interferían entre sí.

Si este tipo de interfaces pudieran utilizarse en seres humanos, algún día las personas paralizadas podrían controlar prótesis tan naturalmente como utilizan sus miembros.



junio 29, 2009

un analisis interesante. Alejandro Rozitchner Especial para lanacion.com

Muchos estamos contentos, muy contentos. Es como una película que termina bien: los malos, patoteros, corruptos, prepotentes, inútiles, se encontraron con un límite. Ellos, que hacían gala de impunidad, fueron derrotados. Perdieron. Se creían mucho y son poco. El susto queda, porque la capacidad de daño persiste, pero cierta organicidad propia del movimiento del poder debe hacer lo suyo y privarlos de la aún vigente capacidad de hacer desastres: su misma tropa debe estar pensando qué hacer ahora que los líderes tienen menos músculos que hace unos días.  Pero más allá de eso, hay que leer la línea evolutiva, esa que generalmente no sabemos ver porque se dibuja lentamente. Hay que captar que las elecciones de ayer suponen un avance importante en el camino de la construcción de una sociedad más capaz. No, con la pobreza no sabemos tratar aún (lo que sabemos es producirla, eso es el pobrismo, la recreación interminable de la pobreza amparada en visiones "ideológicas", que son en realidad formas religiosas recauchutadas ligadas a un racionalismo hipermoral), pero cada vez aprendemos más a tratar con la violencia política. Ya hace un par de décadas dejamos de matarnos. Podemos ser muchísimos los que detestamos a un funcionario, pero no ejercemos violencia alguna, somos mansos, y votamos. Esa tranquilización es un gran paso adelante. Dentro del juego que plantea, sin embargo, ha habido opciones que representaban la opción de la violencia en un modo más suave que el de las bombas y los tiros, un modo simbólico aunque también real, que ayer ha sido limitado, de forma general y con énfasis.

El fenómeno del kirchnerismo en su conjunto, retomó de modo imaginario la vieja lucha desastrosa de los 70 y le volvió a dar vigencia en medio de la democracia. ¿Por qué pasó? Por la incapacidad de trabajar mejor frente a los problemas reales de nuestros primeros gobiernos democráticos (pobreza, básicamente) y por el espíritu infantil, fanático y pasivo de gran parte de la ciudadanía. ¿Son ambos factores el mismo? Sí, incapacidades nuestras, tendencias a gestar despelotes inútiles en vez de abocarnos a lo importante, testimonios de una insana pasión por el quilombo. ¿Qué es lo importante? Gestionar bien, trabajar bien, ocuparse seriamente de la educación, el trabajo, la seguridad. Suplantar las imaginaciones por las realidades. Volcarse más a la creatividad y las ganas de vivir que a la crítica y al verso histórico social, más a lo concreto que a la representación cargada de pretextos.

Y lo digo con tanta sencillez a propósito: no creo en deformaciones complejizantes, estas sirven siempre para justificar una incapacidad real. No olvidemos que todos los países están sometidos a idénticas tensiones en la lucha por el poder y por los temas financieros, pero algunos países logran crecer bien y otros logran crecer mal. Nosotros crecemos mal: al mejor modo chavista, disponer de mucho capital no nos hace repartir mejor ni ser más productivos sino lo contrario.

Evolución. Sí, tiene sentido hablar de evolución, aunque ella no suponga el error racionalista de creer que el mal puede desaparecer de la tierra. No es necesario creer que la evolución terminará con todo padecimiento. Eso que llamamos el mal es parte de la naturaleza, parte fundamental e incluso necesaria, y no puede simplemente dejar de existir. Hay un ingrediente de violencia e injusticia que forma parte de la vida misma, y no responde, como gustan de creer los espíritus sencillos a "intereses de las corporaciones" sino a la misma respiración animal del mundo. Un león no se come al venado porque sea menemista o liberal o noventista, sino porque es fiero y puede. No vamos a poder eliminar a las fieras del mundo humano, pero podemos aprender a limitar un poco más su daño. No podemos eliminar la fiereza del mundo, podemos trabajar con ella como un elemento a favor. Además, esa fiereza está en todos, en todos nosotros, todo el tiempo.

Desde el inicio de la democracia hemos logrado limitar la violencia política. Ayer avanzamos un poco más. No creo que haya que celebrar ahora el nacimiento de mil nuevos debates, como se dice, sino la posibilidad de superar los interminables debates y lograr algunos acuerdos. De eso se trata: de identificar puntos que puedan desearse en común para dar pasos de acción. De otra forma pareciera que lo que nos gusta es hablar, hablar y después hablar un poco más, y la realidad seguirá escapándosenos. Estos nuevos protagonistas de la política, sean de Unión Pro, de la Coalición Cívica o del pinosolanismo o de la fuerza que sean, tienen que entender que lo que les pedimos es que dejen de lado los bordes en los que no acuerdan y se afirmen en las cosas que sí pueden querer en conjunto. Y que las hagan. Y pronto. Que limiten el narcisismo de la diferencia y acepten la renuncia implícita en el acuerdo.

Cambios. Esa renuncia es poderosa en términos de capacidad colectiva. Tal vez los dirigentes que acuerdan brillan menos, pero hacen mejor país. Nuestros votos avanzan hacia esa modalidad más valiosa. Lo que hay que tener en cuenta es que este cambio no va "a pasar", no es "algo que sucede" sino que "hay que hacerlo". Para acompañar este paso de desarrollo y crecimiento que dimos ayer habría que dejar de lado el lugar común antipolítico y dar pie a una nueva camada de involucración general. No hace falta creer que hacer política es pasarse el día rosqueando. Hacer política es acompañar, creer, trabajar, inventar, apoyar, limitar el omnipresente arte de la objeción para dar lugar al arte del apoyo. La personalidad argentina es la que está reformulándose en estos pasos políticos. Todos tenemos algo que aprender y, sobre todo, unas cuantas cosas que hacer. Tal vez, con suerte, podamos dejar de ser, en conjunto, tan inútiles. Al alcance de nuestras manos hay grandes logros.



junio 07, 2009


"Hay una contaminación química sin control que se está empezando a ver"
















¿En qué medida los que viven lejos de las fuentes de contaminación industrial, en las
ciudades, están expuestos a sustancias tóxicas?


–Siempre ha existido una concepción de que, donde hay industrias que
emiten determinadas sustancias, hay problemas de contaminación. Pero lo que hoy se está viendo es
ese problema solapado con otro más general que se vincula con la exposición de la población en
general. Son otros tipos de contaminantes y la exposición es distinta porque no sucede a niveles
tan altos, pero es de manera continua.



–¿Y cómo se hace visible?


–Esto se está empezando a ver en el mundo porque hoy vos tomás una muestra
de leche materna, por ejemplo en mujeres que viven alejadas de fuentes puntuales de contaminación,
y encontrás una cantidad de contaminantes que no tienen nada que hacer en la leche, no tienen
función biológica. Hay mucho estudio de lo que se llama biomonitoreo, a nivel mundial, para conocer
cuál la exposición de determinado país a determinada sustancia. La acción viene mucho después, pero
hay más noción de que existe una situación de contaminación química fuera de control.



–¿Qué significa que haya una mayor visibilidad mundial sobre este problema?


–Hemos funcionado durante décadas en la producción de bienes y en el
desarrollo de determinados sectores industriales con un enfoque que nos ha traído hasta acá.
Siempre estábamos viendo para qué sirvieron. Sirvieron para los agroquímicos, para la revolución
verde, para una serie de cosas que se vendieron de determinada manera y que podrán haber tenido un
beneficio muy puntual, pero trajeron una catarata de consecuencias que hoy se están empezando a
ver.



–¿Hay posibilidades de revertir este proceso?


–Lo que pasa es que es muy difícil ahora. Se está peleando contra
intereses ya instalados. Pero es un momento interesante, porque se discute a nivel internacional
cómo pensar esto de otra manera. Hay una idea de: lo que hemos hecho hasta acá no nos protegió.
Porque no puede ser que vos tomes una muestra del cordón umbilical de un bebé que todavía no nació
y encuentres sustancias tóxicas que no tienen nada que hacer ahí. Si están es porque hubo una
exposición de la madre absolutamente fuera de control, a través del aire, del agua, de los
alimentos, de los productos que consume.

el proyecto HOME esta mostrando en videos y documentales nuestra maravillosa "casa": la tierra... y tambien como la vamos perdiendo rapidamente





mayo 31, 2009

todo vale!!!! todo vale? no hay nada que podamos hacer?

Los gurúes del marketing lo llaman pester factor o “factor berrinche”;
consiste en la capacidad que tiene un niño de quemarles la cabeza a sus
padres y conseguir que le compren aquello que quiere. El pester factor
puede darse de varias formas: el goteo insistente (“Mamá, comprame”
veinte veces por hora); el psicopateo (“Si no me lo das, no te quiero
más”); el “efecto lástima” (“Si no lo tengo, mis amigos no van a jugar
conmigo”); o el más temido de todos, la escena vergonzante del ataque
de nervios en un lugar público. No importa en cualquier caso cuál sea
la variante, lo más relevante es que el pester factor, en cualquiera de
sus envases, es hoy el corazón de un mercado que se expande en todo el
mundo: el de los tweens; los niños consumidores de entre ocho y trece
años (el término “tween” se aplica porque están “between” –“entre”, en
inglés– la infancia y la adolescencia) que sólo en la Argentina mueven
más de 550 millones de pesos al año, y que en todo el mundo diseñan el
43% de la agenda de consumo de toda una familia y, por ende, de la
sociedad.


Desde que los tweens –unos diez millones de
criaturas en la Argentina, según datos del INDEC– son tomados en cuenta
por el marketing, no hay estrategia de venta ambiciosa que no incluya
en su target a un menor de edad. “Las marcas empezaron a darse cuenta
de que la franja tween es valiosísima –asegura Ivana Vassenari,
directora de Marke-Teen, la primera agencia latinoamericana de
marketing especializada en el mercado infantil y juvenil–. El mercado
infantil es tres mercados en uno: el primario, que se refiere al dinero
que los chicos gestionan directamente para comprar, por ejemplo, una
golosina. El segundo es el mercado de influencia, que es el que ejercen
sobre las decisiones de compra familiares que abarcan rubros como
tecnología, alimentación, vacaciones y artículos de limpieza. Y el
tercer mercado es el futuro, donde una empresa de artículos para
adultos, como los teléfonos celulares, trata de captar a los chicos
desde una edad temprana para transformarlos en clientes fieles de por
vida”.


Los soldaditos. ¿Cómo se hace para
captar a un niño como cliente? Las apuestas básicas que enumera
Vassenari son el uso de “personajes” para los más chicos (como el tigre
Tony de Kellogg’s, la Vaca Cora de Sancor o el conejo de Nesquik); la
apuesta a las publicidades que incluyan una pequeña historia; el
marketing en los colegios (entregando muestras gratuitas, realizando
charlas –como las de Oral B hablando de la importancia de cepillarse
los dientes– u organizando concursos); y por sobre todas ellas la
colocación de productos en programas y series. Gracias a este último
recurso, novelas infantiles como Patito Feo, Casi ángeles y Floricienta
generaron una histeria de consumo que les perforó el bolsillo a los
adultos. “Hay que aclarar que el término tween no es una segmentación
por clase social sino por edad, por ende todos los chicos compran, no
importa la extracción social –explica Vassenari–. Si son de clase baja,
quizás la madre se pasa un mes privándose de muchas cosas para
comprarle las zapatillas de Floricienta a su hija. Justamente porque en
estos casos entra en juego una de las necesidades principales de los
tweens, que es el tema de la aceptación. Ellos buscan ser aceptados por
sus pares y pertenecer a un grupo. Y si no tienen determinado producto,
se sienten aislados o discriminados”.


De todos los recursos de
venta, sin embargo, hay uno esencialmente terrorífico, que, hasta el
momento, no consta que se practique en la Argentina. En su libro
Consumer Kids, los publicistas ingleses Ed Mayo y Agnes Nairn denuncian
cómo las marcas penetran violentamente la cabeza de los niños a través
de internet. “Mientras que los padres mantienen a sus hijos encerrados
para protegerlos de los maltratos de otros chicos y del peligro
exterior, terminan siendo acosados no sólo por predadores sexuales sino
también por los predadores comerciales que recogen información personal
del 85% de las páginas web favoritas de los chicos”, alertan Mayo y
Nairn en la publicación.


Los autores, además, agregan que las
empresas no sólo acosan a los niños online: también los reclutan para
que sean “soldados” en la batalla de la dominación de marcas. Medio
millón de tweens en Gran Bretaña –algunos de ellos, de sólo cinco años–
fueron enlistados para investigaciones de mercado en beneficio de
marcas multinacionales como MTV, Sky TV, Coca-Cola y Nike. ¿En qué
consistía el reclutamiento? En primera instancia, los niños se anotaban
vía web para ser “informantes” y “representantes” del estilo de vida de
una marca. Acto seguido, debían llenar una infinidad de encuestas a
cambio de las cuales se les pagaba entre dos peniques y dos libras por
cuestionario respondido. Recién cuando llegaban a las 25 libras
ganadas, la empresa les mandaba el cheque. En muchos casos, los niños
tenían que completar más de cincuenta encuestas para poder ver un
centavo.


Otra forma de reclutamiento infantil consistía en
pagar a miles de criaturas para que probaran comidas, refrescos,
juguetes y juegos de video, y luego los promocionaran entre sus amigos.
Mattel, por ejemplo, se valió de esta técnica para testear un
reproductor de MP3 con la marca Barbie. Para ello, reclutó a cincuenta
nenas de entre siete y once años para que difundieran el nuevo producto
entre sus amigas. En compensación, Mattel ni siquiera les pagaba con
dinero: les daba más productos.


Del útero a la góndola. Un
niño es un cliente incluso antes de ser un niño. Esto sucede porque en
marketing ya existe la categoría “prebebé”: una franja de nonatos que
efectúa su primera compra meses antes de hacer su primera caca. ¿Cómo
se le vende un producto a alguien que todavía no nació? Haciendo
publicidad en las maternidades y en los cursos de psicoprofilaxis, y
colocándoles muestras gratuitas a las embarazadas. “Así te asegurás
que, cuando nazca el bebé, ya empiece a consumir”, sintetiza Vassenari.
Dicho de otro modo: antes de que el Estado reconozca al niño como
ciudadano, mediante la inscripción en el Registro Civil, el mercado ya
lo reconoce como consumidor.


Lo que sigue, entonces, es
bastante previsible. En su libro Marketing de productos para niños,
James Mc Neal –un gurú del tema– advierte que, apenas son capaces de
mantenerse sentados (es decir, alrededor de los seis meses de edad),
los bebés son colocados en el “puesto de observación culturalmente
definido: el carrito del supermercado”. De ahí en más, se dispara la
auténtica carrera de consumo: una dinámica alocada que supo graficar
muy bien la propaganda de arroz Gallo, donde un bebé que ni sabe decir
“ajó” va cargando las cajas de producto al changuito de sus padres.


Las
empresas son conscientes de este “filiarcado” –así lo denomina Miguel
González, un especialista en marketing español– y desde hace tiempo
resolvieron facilitarles las cosas a los vástagos: en las góndolas, los
productos “deseables” pasaron de estar a un metro veinte de altura para
ubicarse a los noventa centímetros. Y en Alemania, como ejemplo, las
líneas de caja están tan atiborradas de golosinas y juguetes que los
mismos padres se refieren a ellas como “zona de terror”.


¿En qué
momento llegó este filiarcado a la Argentina? Mónica La Madrid, una de
las titulares de la empresa de investigación de mercado Markwald, La
Madrid & Asociados, encargada de realizar el informe Kiddo’s sobre
consumo infantil y juvenil para varias empresas de Latinoamérica,
enumera tres variables que influyeron: la modificación de los criterios
de educación infantil: hasta hace un tiempo se consideraba que las
decisiones económicas correspondían sólo a los adultos; los cambios en
las estructuras sociodemográficas (hay familias más chicas, hogares
donde ambos padres trabajan, padres divorciados que tratan de
“compensar” el “trauma” de la separación, etc.); y una mayor oferta de
productos infantiles explicada por el crecimiento económico y la
apertura de la economía en la década del 90.


Pero por encima de
todos estos ítems hay un factor aún mayor: la aparición de los canales
infantiles 24 horas. “El surgimiento de Cartoon Network en 1993,
seguido un año después por Discovery Kids y Nickelodeon, y más tarde
por Fox Kids, convirtió a los niños en una audiencia por derecho
propio, y eso los terminó de legitimar como consumidores”, advierte La
Madrid. Por todo esto es que ya existe una infinidad de multinacionales
que piensa en los niños para colocar productos que ni siquiera son para
menores de edad. Las líneas aéreas (Lan, por ejemplo) incluyen
criaturas en sus publicidades; no hay cadena hotelera que no tenga un
área para chicos; en Estados Unidos existen bancos que permiten a los
niños abrir cajas de ahorro; y por supuesto están los celulares: una
vez que ingresan en una marca, es probable que se queden en ella para
siempre. Un estudio de la consultora Global Trend Marketing pasa esta
tendencia a números: en la actualidad, dos tercios de los vendedores de
todo el mundo piensan sus campañas haciendo foco en los chicos. ¿El
motivo? El gurú James Mc Neal lo resume con honestidad brutal: “Las
empresas sólo tienen dos fuentes principales para obtener nuevos
clientes –distingue–: vienen de la competencia o vienen de la infancia”.


El 86% de los niños argentinos maneja dinero para sus gastos; el 50% tiene celular

* El 86% recibe dinero para sus gastos.
*
Entre dinero “suelto” semanal y ahorros, estos niños manejan unos 550
millones de pesos argentinos al año, que gastan en lo que quieren (por
afuera de este monto está la influencia en la compra de otros).

* El 88 % va a locales de fast food.
* El 73% influye en las compras de alimento para sí.
* El 49% influye en la compra de alimentos para el hogar.
*
El 39% tiene televisor en el dormitorio; el 69 % decide lo que ve por
televisión y el 38% mira televisión después de las 9 de la noche los
días hábiles.

* El 47% tiene celular. De ellos, el 80% lo usa para enviar mensajes de texto.
* El 41% accede a internet todos los días, o casi
* El 58% juega videogames todos los días, o casi.
* El 32% tiene MP3 o MP4.
 
Fuente:
Informe Kiddos 2008, realizado por Markwald, La Madrid y Asociados
(este estudio no incluye el 30-35% más pobre de la población, y tampoco
incluye niños de doce años).


OPINIÓN

Acotar las tiranías
Juan Vasen (Psicoanalista. Especialista en psiquiatría de la infancia y la adolescencia. Juanvasen.com.ar)

Cualquier
niño que saque hoy su DNI encontrará escrito en la tapa del documento
la palabra “Mercosur” y debajo “República Argentina”. Esta
diagramación, que no es casual, viene a subrayar algo que ya existe:
los niños son antes consumidores que futuros ciudadanos; se insertan
antes en un mercado que en una nación. Y esto trae consecuencias. El
consumo, para empezar, no es una práctica democrática: no tiene que ver
con los derechos sino con el poder adquisitivo de la gente. Y esta
desigualdad genera en los chicos –por no hablar de los adultos– una
tremenda ansiedad, y muchas veces desvalorización, porque el consumo
define quién está incluido o excluido socialmente. Quien no consume no
adquiere visibilidad. Y en esta sociedad, donde tan terrible es el
hambre como el anonimato, esta invisibilidad puede ser calamitosa. Hoy,
si un chico invita a un amigo a su casa se preocupa por ver si va a
tener una consola de juego para ofrecerle al amigo. Empieza a importar
menos lo que ambos produzcan jugando juntos y más lo que hayan
comprado. Las relaciones empiezan, ya desde la infancia, a transcurrir
en un orden económico. Cabe preguntarse, entonces, cómo queda situado
un chico si no tiene qué ofrecer al mercado de lazos sociales por
afuera de un juguete. ¿Qué hacer? La frase “Papá, mamá, todos tienen
ese juguete menos yo” plantea una alianza de los chicos como
consumidores. Pero lo que no hay es una alianza de los padres, que
sostenga con firmeza, que no es dureza, un límite. Quizás un comienzo
esté en intentar salir del circuito de la culpa (de sentirse en falta
cuando no se compra algo) y meterse en uno de responsabilidad, que
permita acotar las tiranías interna y externa del consumismo.

mayo 18, 2009

dia de internet!!


Nació de la misma necesidad de comunicarse. A lo largo de su
existencia, fue mutando su uso y, finalmente, transformó por completo
la vida de sus usuarios. Se trata de Internet, la red de redes, que
ayer festejó su día mundial.


Según el Indice de Desarrollo de las Tecnologías de la Información y
la Comunicación (IDI), a finales de 2008 en todo el mundo existían más
de 4000 millones de líneas de teléfonos celulares, 1300 millones de
abonos de telefonía fija y cerca de una cuarta parte de la población
del planeta utilizaba ya Internet.


En la Argentina, según un estudio de la consultora Convergencia
Research, la cantidad de accesos en el último lustro creció el 514 por
ciento. Hoy son más de 3.390.000 accesos.


Lo cierto es que estos números se traducen en el hecho de que
Internet se ha convertido en una parte fundamental de la vida de los
habitantes del planeta. Desde saber dónde queda una calle, en qué lugar
uno debe votar, bucear en el pasado de una nueva novia o tener acceso
al instante a un sinfín de datos específicos que sacian la avidez y
curiosidad de los internautas.


Incluso, instauró una nueva forma de relacionarse con otras personas
y hasta implantó un lenguaje propio. Desde la irrupción de la World
Wide Web el conocimiento dejó de restringirse y el ciberespacio es hoy
materia de consulta permanente sin restricciones de horario ni de días.
Los grandes buscadores son, sin duda, los nuevos gurúes del siglo XXI.


A escala global, el nivel de penetración de la banda ancha en los
países desarrollados es del 20 por ciento, mientras que en las regiones
más pobres ronda el 2 por ciento.


En 2010, estará disponible la versión 3.0 de la Web, capaz de
comprender el lenguaje y facilitar búsquedas de una manera mucho más
amigable.


El futuro es hoy

Se prevé que, para entonces, la red de redes esté disponible
para los usuarios desde computadoras personales, en toda clase de
dispositivos portátiles (celulares, palms, iPhones o iPods), hasta en
toda clase de electrodomésticos de uso cotidiano.


En un futuro cercano, una heladera conectada a Internet permitirá a
la ama de casa moderna actualizar su compra virtual del supermercado a
medida que su familia consume los alimentos. O, por ejemplo, un
microondas con Internet será capaz de conectar a su propio servicio
técnico en caso de requerir una reparación.


El festejo del Día Internacional de Internet se celebra el 17 de mayo porque
ese día de 1865 se creó la Unión Internacional de las
Telecomunicaciones, en París.

mayo 10, 2009

Catedrales y panqueques

Por Guillermo Jaim Etcheverry

Domingo 10 de mayo de 2009 | Publicado en edición impresa

Se acostumbra identificar generaciones a partir de los atributos característicos de quienes las integran, los rasgos que las definen. No hace mucho, el dramaturgo estadounidense de vanguardia Richard Foreman reparó en las "personas panqueque". Dijo lo siguiente: "Provengo de una tradición de la cultura occidental cuyo ideal (también el mío) era la estructura compleja, densa, semejante a una catedral que definía a las personalidades bien educadas; un hombre o una mujer que llevaba dentro de sí una versión personalmente construida, y por lo tanto original, de toda la herencia occidental.

"Pero en la actualidad -prosigue Foreman- advierto en todos nosotros, incluyéndome a mí, el reemplazo de la compleja densidad interior por un nuevo tipo de autoevolución que responde a la presión que ejercen la sobrecarga de información y el advenimiento de la tecnología de lo «disponible al instante». Un nuevo ser, que necesita contener un repertorio cada vez menor de aquella densa herencia cultural. Somos «personas panqueque»: extendidas en superficie y de un espesor muy delgado para conectarnos a esa vasta red de información a la que accedemos por el simple hecho de oprimir un botón."

Es la anterior una sugerente descripción de nuestra evolución cultural. Si bien resulta evidente que hoy tenemos a nuestro alcance, de manera casi instantánea, todo lo que puede llegar a interesarnos, también lo es el hecho de que mucho de eso a lo que accedemos ocupa nuestra atención apenas durante segundos. De este modo, contribuye muy poco a construir aquella ideal "catedral interior" de antaño, densa y compleja, llena de recovecos y significados posibles. Es más, ese contacto fugaz y superficial crea en nosotros la falsa ilusión de conocer. Quienes llevamos vividos muchos años, advertimos con claridad la diferencia. Aunque nos maravillan las tecnologías actuales, que adoptamos con entusiasmo, echamos de menos, sin embargo, el tiempo de elaboración interior de lo que el mundo nos brinda. Por eso resulta tan atractiva la concepción de que nuestro interior está extendido en superficie, pero es intelectualmente muy delgado: un panqueque.

Puesto que ese interior de las personas está escasamente construido, vacío, éstas "tienen mucho miedo de estar dentro de su ser", como lo señala el escritor español Jesús Ferrero. Porque cobijarnos dentro de nosotros es un óptimo recurso para defendernos de la adversidad, como acertadamente lo hace notar Manuel Vicent en uno de sus escritos recientes. Habla en él de las cabañas que construimos cuando niños, ese mundo propio en el que nos aislábamos de la realidad que percibíamos como hostil. Señala Vicent que, con la inocencia, perdimos la seguridad que nos daban esas cabañas de nuestra niñez. "Al dejar de jugar -dice- quedamos desguarecidos, solos en la intemperie, lejos del mundo de los sueños, frente a unos enemigos reales. Es evidente que estamos rodeados de basura por todas partes."

Con esperanza, sin embargo, señala que "existen seres privilegiados, que son capaces todavía de montar a cualquier edad aquella cabaña de la niñez en el interior de su espíritu para hacerse imbatibles dentro de ella frente a la adversidad. Si uno la mantiene limpia, es como si estuviera limpio todo el universo; si en su interior suena Bach, la música invadirá también todas las esferas celestes".

Precisamente la construcción de ese reducto interior, tarea al alcance de todos, está más cercana a la catedral que al panqueque, a lo denso que a lo liviano, a lo reflexivo que a lo impulsivo. Para resistir la agresión de la sucia realidad, de los actos de barbarie o de fanatismo, Vicent nos propone retirarnos a nuestro interior, imaginando "que es aquella cabaña en la que de niños nos sentíamos tan fuertes". La catedral nos acogerá; el panqueque no podrá hacerlo.

revista@lanacion.com.ar



mayo 05, 2009

¿Cómo educar a nuestros hijos?

¿Cómo educar a nuestros hijos?

Por Rolando Hanglin   Especial para lanacion.com

Nosotros, los padres actuales, tenemos dificultades para formar a nuestros hijos. Es un problema que se plantea en todo el mundo, más o menos con el mismo nombre: falta de autoridad.

Dicen que tenemos un sentimiento de culpa que nos impide poner límites. Primero, porque trabajamos demasiado (empujados por la sociedad de consumo compramos más cosas de las que podemos) de manera que compartimos poco tiempo con la familia. Segundo, porque en general somos divorciados, de modo que inevitablemente hemos provocado sufrimiento a los niños. Peor aún, nos hemos mostrado humanos, falibles, fracasados, furiosos, deprimidos, todo lo cual nos quita el pedestal de autoridad que siempre sostuvo a la figura de Papá y Mamá.

Sin duda esto es cierto. Pero algunos logran éxitos admirables.

¿Cómo hicieron, por ejemplo, Bill Gates (padre) y su esposa Mary para encarrilar a un muchachito insolente que en unos años se convertiría en el hombre más rico del mundo, un filántropo, un benefactor de la humanidad y un genio contemporáneo?

Gates era un típico abogado de provincias, con domicilio en la ciudad de Seattle. Su esposa, una esmerada ama de casa, que tuvo tres hijos y los educó con los típicos valores de la clase media estadounidense.

¿Cómo se vivía en la casa de los Gates? Metódicamente: todos se levantaban muy temprano. Mamá Mary los obligaba a estudiar con aplicación. Además, cada uno debía practicar un deporte y tocar un instrumento musical. Presentarse a comer a la hora indicada, correctamente vestidos, saludar a las visitas, ordenar su habitación, hacer la cama, etc, etc.

Muy temprano en la vida, Bill Gates hijo se reveló como un hijo-problema. Desordenado y desobediente, discutía todo lo que se le indicaba. A partir de los 11 años, las trifulcas con su padre, el doctor Gates, fueron resonantes. El padre era (y lo es ahora, a los 83 años) un hombre altísimo, de firme autoridad. Pero no lograba que el chico le hiciera caso.

Típico: lo mandaron al psicólogo a los 13 años.

- ¿Cuál es el problema, querido?- preguntó suavemente el psicólogo.

- Mis padres y yo estamos en guerra - respondió el chico.

- Ajá. ¿Y qué es lo que se discute en esta guerra?

- Sé discute quien manda. Si ellos o yo.

A los tropezones, los Gates fueron estableciendo algunos acuerdos con el adolescente infernal, según la clásica técnica del tira-y-afloja.

No faltaron momentos de alta tensión. Como una tarde, cuando el joven Gates contestó una impertinencia a su papá y éste, desbordado, le arrojó un vaso de agua a la cara.

- Gracias por la ducha - respondió el púber, sin que se le moviera un músculo.

De alguna manera lograron que el muchacho iniciara sus estudios en Harvard. Todo un logro, teniendo en cuenta lo difícil que había sido de muchachito. Pero los Gates tenían la virtud de no abandonar. Con discusiones, portazos, presiones sutiles y otras no tanto, mantuvieron la bandera con la divisa de su clase y su nación: estudiar, trabajar, madrugar, esforzarse, correctamente, puntualmente, prolijamente ... Por otra parte: ¿Qué desea un padre abogado para su hijo, sino un bufete igual, con la misma chapa?

Un día, Bill los sorprendió con la noticia de que abandonaba sus estudios en Harvard. "Una triste novedad para los padres, que habíamos impulsado con toda nuestra fuerza al hijo que amábamos. Sólo pretendíamos lo normal: que fuera a la facultad y trajera un título bajo el brazo".

En realidad, ya Bill Gates hacía cosas que no eran "normales" desde los 13 años. Pasaba la noche en la Universidad de Washington, usando las computadoras de la academia. Se empleaba como programador de una planta eléctrica cuando todavía no había cumnplido la mayoría de edad. Nada escandaloso: sólo raro.

Finalmente, y para angustia de sus padres, dejó Seattle y se radicó en Albuquerque, Nuevo Méjico, para fundar una empresa con su amigo Paul Allen. Esa empresa era Microsoft.

El joven Allen empalmó su vida plenamente con la sociedad del conocimiento, la cibernética, la era de la PC, y se convirtió rápido en el hombre más rico del mundo.

Pero esto tampoco era lo que sus padres habían soñado. También resulltaba un poco raro. Tan joven, tan rico, tan desmañado, y en una industria tan estrafalaria ...

-No puede ser, Bill -decía la madre-. Una persona no puede ser millonaria, pero tan millonaria como vos, sin ayudar al prójimo. Tenés que pensar en dar una parte de lo que ganás.

La prédica puritana de los padres, machacona como sólo los padres podemos serlo, acabó por agotar la paciencia de Bill Gates, que ahora era un hombre ocupado y estresado: "¡Basta por Dios, papá y mamá, déjenme en paz! Estoy tratando de hacer funcionar mi propia compañía ..."

La madre de Gates murió en 1994. Su padre, el insistente abogado, inmune a todos los rechazos, siguió presionando a Bill para que donara una parte del dinero que estaba ganando. Porque su fama de millonario atraía pedidos del mundo entero: escuelas, asociaciones vecinales, ONG s, sociedades de beneficencia, hogares de huérfanos, asociaciones de caridad para refugiados, le dirigían cientos de solicitudes en todos los tonos. Pero era imposible atenderlos sin formar una empresa exclusivamente para ese fin, pues se trataba de administrar millones de dólares en beneficencia.

Finalmente, Bill Gates hizo caso a sus padres. Primero, adelantó su propio retiro, que había planeado para los 60 años. Y segundo, designó a su propio padre, el tesonero abogado octogenario, al frente de la "Fundación Bill y Melinda Gates".

Este buen señor administra un fondo de 30.000 millones de dólares. Exclusivamente con fines benéficos. Por otra parte, el propio Gates hijo ya no hace negocios. Tal vez considere que, al día de hoy, hizo demasiados.

A mi modo de ver, estos dos padres duros como la roca y generosos como santos (nunca pidieron nada para ellos) transmiten con su conducta un mensaje para papás y mamás de hoy: aunque te digan antiguo, ridículo, autoritario, transmití tus sentimientos. Tus hijos acabarán por escucharte, aunque ya estés en la tumba, como la pobre Mary Gates. La educación también es una batalla que debemos afrontar sin pudor. Atravesando portazos y desplantes, visitas al psicólogo, situaciones que no comprendemos y que no nos gustan. Tesoneramente, hasta el fin.



mayo 04, 2009

murio augusto boal, creador del teatro del oprimido

Falleció Augusto Boal; el escenario como catalizador social, su doctrina proponía un sistema que facilitara a la gente actuar en la ficción para tornarse sujetos activos de su vida. Por sus ideales democráticos fue torturado por la dictadura brasileña en los años 70
Carlos Paul

Uno de los creadores escénicos más reconocidos, el brasileño Augusto Boal, falleció el pasado 2 de mayo a los 78 años, a causa de una insuficiencia respiratoria y tras una larga lucha contra la leucemia. Considerado como una amenaza para la dictadura que gobernó Brasil entre 1964 y 1985, por lo cual fue encarcelado y torturado, Boal fue creador del denominado Teatro del Oprimido, cuyo afán es hacer accesible el lenguaje teatral, como método pedagógico y forma de conocimiento para la transformación de la realidad social. Con influencia del teatro de Bertolt Brecht, la propuesta de Boal fue plantear en el teatro las distintas formas de opresión de las que es víctima el ser humano, al hacer subir al espectador al escenario, al lado de los actores.

De acuerdo con la Declaración de Principios de lo que hoy día es la Organización Internacional del Teatro del Oprimido, el propósito es humanizar a la humanidad, a partir de la idea de que “cada ser es capaz de observar la situación y de observarse a sí mismo en situación. “Ofrecer a cada uno, según su problemática, un método estético para analizar su pasado en el contexto de su presente, para inventar su futuro sin esperar a que llegue. Se aprende cómo sentir, sintiendo; cómo pensar, pensando; cómo actuar, actuando; qué hacer como individuos o grupo, que por razones sociales, políticas, culturales, de raza o de sexualidad se encuentran desposeídos de sus derechos.

Ensayo para la realidad

El Teatro del Oprimido es un ensayo para la realidad, un sistema estético que facilita a la gente actuar en la ficción del teatro para transformarse en protagonistas, sujetos activos de su vida. Hoy día se practica en más de 70 países, y lo hacen campesinos, trabajadores, maestros, estudiantes, artistas, trabajadores sociales y sicoterapeutas. Ha servido tanto para programas de alfabetización y en cárceles, como para discutir en la calle los problemas o las leyes que afectan al ciudadano común. Boal fue nominado para el Premio Nobel de la Paz en 2008. En marzo de este año recibió el reconocimiento de Embajador Mundial del Teatro, por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco). Hijo de campesinos portugueses que se establecieron en Brasil para mejorar sus condiciones de vida, a los 10 años Boal empezó a dirigir a sus primos y hermanos en pequeños montajes destinados a amenizar las reuniones familiares de los domingos. A los 22 años, con la intención de cursar estudios de ingeniería química, se trasladó a Estados Unidos; sin embargo, terminó por estudiar arte dramático en la Universidad de Columbia, en Nueva York.

La casa del otro lado de la calle es la obra en la que se perfilan los rasgos característicos de su propuesta teatral. Boal regresó a su país en 1995, y se hizo cargo de la dirección artística del Teatro de Arena, de Sao Paulo, agrupación para la que escribió y estrenó la obra Revolución en América del Sur, en 1961. Junto con Gianfrancesco Guarnieri fundó el Seminario de Dramaturgia del Teatro de Arena.

Foto
El creador escénico brasileño en un acto donde lo reconocieron con el premio Cross Border, por la paz y la democracia, en abril de 2008, en el Abbey Theatre, en IrlandaFoto tomada de la página de Internet de la Compañía Nacional de Teatro de Irlanda Según especialistas, dicha obra marcó en Brasil un alejamiento de las técnicas realistas que imperaban en las artes escénicas de entonces, pues incorporó elementos brechtianos, teatro de revista y de circo.

De aquella década son las obras José, del parto a la sepultura; Juicio en el nuevo sol, y Golpe a galope, entre otras. En 1965, junto con Guarnieri, hizo la serie Arena Cuenta, que narra la lucha por la liberación del pueblo mediante personajes históricos brasileños. Su interés por los musicales lo llevó a realizar Arena canta Bahía, con Maria Bethania, Gal Costa, Caetano Veloso y Gilberto Gil, entre otros. En 1968 escenificó Luna pequeña y la caminata peligrosa, montaje que dedicó a la lucha del Che Guevara en Bolivia. En 1969, en plena dictadura, escribió Bolívar, labrador del mar.

Cárcel, tortura y autoexilio

Boal desarrolló el teatro periodístico en 1970, dramatizaciones elaboradas a partir de las noticias de la televisión o el periódico. Un año después, a principios de 1971, fue encarcelado y torturado; tras su liberación, el teatrista se exilió en Argentina, país donde escribió Torquemada, obra en la que representa la prisión y el sistemático uso de la tortura; en esa ápoca comenzó a experimentar la técnica del Teatro Invisible. En Perú puso en práctica el llamado Teatro-Fórum, en el que el espectador remplaza al actor para plantear su solución a un determinado problema. En París, Francia, invitado por la Sorbona, dio clases, dirigió obras y fundó el Centro de Teatro del Oprimido. En la década de los 80, Boal llevó a Brasil el Teatro-Fórum. En los años 90 del siglo pasado destacaron la escenificación de Somos 31 millones, ¿y ahora?, la edición de Método Boal de Teatro y Terapia y su trabajo en prisiones de Sao Paulo. Boal fue elegido concejal en 1993 por el Partido de los Trabajadores, en Río de Janeiro. Vehemente, inquieto e innovador, revolucionó el Parlamento con su proyecto Teatro Legislativo, cuyo propósito era transformar al elector en legislador. Le preguntaba a la gente qué era lo que quería; no fabricaba leyes de forma arbitraria. Y eso, los políticos no podían soportarlo, explicó en algún momento Boal.

Con más de 20 libros publicados, entre obras de teatro, novelas y ensayos, sistematizó su teoría en Categorías del Teatro Popular, 200 ejercicios y juegos para el actor y no actor con voluntad de decir algo a través del teatro, Técnicas latinoamericanas de Teatro Popular, Teatro Legislativo y Teatro del Oprimido y otras poéticas políticas, éste traducido a más de 25 idiomas. Entre sus últimas actividades realizaba un proyecto nacional en colaboración con el Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra, que se aplicaría en 15 estados de Brasil.

El cuerpo de Augusto Boal fue cremado ayer en el Cementerio de Cajú.

abril 21, 2009

BIBLIOTECA DIGITAL MUNDIAL DE LA UNESCO

Reúne mapas, textos, fotos, grabaciones y películas de todos los tiempos
21-04-2009 | 06:51 hs.
Autor: · Fuente: La Nación

Por primera vez en la historia, la Unesco pondrá hoy en línea una Biblioteca Digital Mundial (BDM), de acceso gratuito, para mostrar y explicar en siete idiomas las joyas y reliquias culturales de todas las bibliotecas del planeta.

"Es la primera iniciativa de envergadura mundial y tiene, sobre todo, carácter patrimonial", anticipó ayer a LA NACION Abdelaziz Abid, coordinador del proyecto impulsado por la Unesco y otras 32 instituciones.

El funcionario tunecino explicó que la BDM no ofrecerá documentos corrientes, sino "con valor de patrimonio, que permitirán apreciar y conocer mejor las culturas del mundo en idiomas diferentes: árabe, chino, inglés, francés, ruso, español y portugués. Pero hay documentos en línea en más de 50 idiomas".

Tercera biblioteca digital en importancia -después de Google Book Search y el nuevo proyecto europeo, Europeana-, la BDM reunirá material universal invalorable: desde antiguos documentos de caligrafía antigua persa y china hasta los primeros mapas del Nuevo Mundo, pasando por pinturas rupestres africanas que datan de 8000 años a.C.

"Entre los documentos más antiguos hay algunos códices precolombinos, gracias a la contribución de México, y los primeros mapas de América, dibujados por Diego Gutiérrez para el rey de España en 1562", explicó Abid.

Los tesoros incluyen el Hyakumanto darani , un documento en japonés publicado en 764 y considerado el primer texto impreso de la historia; un relato de los aztecas que constituye la primera mención del niño Jesús en el Nuevo Mundo; trabajos de científicos árabes desvelando el misterio del álgebra; huesos utilizados como oráculos y estelas chinas; la Biblia de Gutenberg; antiguas fotos latinoamericanas de la Biblioteca Nacional de Brasil y la célebre Biblia del Diablo, del siglo XIII, de la Biblioteca Nacional de Suecia.
Fácil de navegar

Cada joya de la cultura universal aparece acompañada de una breve explicación de su contenido y su significado. Los documentos fueron escaneados e incorporados en su idioma original, pero las explicaciones aparecen en siete lenguas.

La biblioteca comienza con unos 1200 documentos, pero ha sido pensada para recibir un número ilimitado de textos, grabados, mapas, fotografías e ilustraciones.

La idea fue concebida en 2005 por James H. Billington, director de la Biblioteca del Congreso de EE.UU.

El objetivo principal de la BDM son los jóvenes. La Unesco siempre consideró a las bibliotecas la continuación de la escuela. "La escuela prepara a la gente para ir a las bibliotecas, y hoy las bibliotecas se vuelven digitales", resumió Abid.

El proyecto fue desarrollado por un equipo de la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos, con la asistencia técnica de la Biblioteca de Alejandría y la Unesco, que movilizó a sus miembros para entregar contenidos de su patrimonio cultural.

Bibliotecas e instituciones culturales de Brasil, Egipto, China, Francia, Irak, Israel, Japón, Malí, México, Marruecos, Holanda, Qatar, Rusia, Arabia Saudita, Serbia, Eslovaquia, Africa del Sur, Suecia, Uganda, Gran Bretaña y Estados Unidos aportaron contenidos y experiencia. La Unesco confía en firmar contratos de colaboración con unos 60 países más antes de fin de año.

"Los países emergentes quieren ver cómo funciona esto para crear luego bibliotecas digitales nacionales", destacó Abid. En esos casos, la Unesco "proporcionará ayuda a sus miembros que no tengan medios técnicos o financieros para digitalizar sus fondos", precisó.

El desarrollo de la BDM costó más de 10 millones de dólares, que fueron financiados por donantes privados. Entre otros, Google, Microsoft, la Fundación Qatar, la Universidad Rey Abdullah de Arabia Saudita y la Corporación Carnegie de Nueva York. Según los expertos, será necesario más dinero a medida que la BDM aumente su caudal de documentos e incluya en esta maravillosa aventura a los países más pobres.