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la fundación es una organización sin fines de lucro que se propone contribuir al mejoramiento de la la vida de las personas, organizaciones y comunidades

Como organización forma parte de una Red Internacional que reúne personas y grupos de Francia, Alemania, Suiza, España, Brasil, Colombia, que promueve la Economía Solidaria, el Desarrollo Social Local, la Salud Comunitaria, el abordaje colaborativo de los conflictos, los Diálogos Públicos y las formas creativas de abordar los desencuentros humanos

Podrán visualizar más en detalle algunas de estas dimensiones en nuestro site: www.moiru.com.ar

mayo 18, 2007

nuestra amiga Marie Renee nos representa

Tomas Eloy

De cómo Internet nos cambió los hábitos, el trabajo, la vida

"Bien usada, ayuda a investigar"
"En 1984, en Maryland, Estados Unidos, tuve mi primer contacto con las computadoras. Supe entonces que se trataba de aprender e incorporar un nuevo lenguaje", comenta el periodista y escritor Tomás Eloy Martínez.
Desde entonces, no sólo se adaptó al Word Perfect sino que empezó una "amable batalla" con sus colegas. "García Márquez intentó meterme en las Macintosh y no hubo caso; otros continuaron igual, como Carlos Fuentes, que escribe en una máquina de escribir con sólo un dedo. Tiene el índice de la mano derecha casi mocho, como la uña de pájaro", dice.
Martínez reconoce que Internet es una herramienta que, bien usada, ayuda a investigar. "Siempre consulté la Enciclopedia Británica pero un día me desilusionó. Buscaba un dato puntual y lo encontré en Internet", comenta, aunque reconoce que lo digital no supera la relación entrañable que se entabla con un libro.
"Para ser un buen periodista se requiere una amplitud de conocimiento, una enorme curiosidad por el mundo, tener capacidad de asombro y ser fiel a uno mismo; la tecnología suma herramientas pero la diferencia la marca el usuario", finaliza.




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De cómo Internet nos cambió los hábitos, el trabajo, la vida

DIA MUNDIAL DE INTERNET : HACER LAS COMPRAS, BUSCAR DEPARTAMENTO, HABLAR CON AMIGOS QUE ESTAN EN LA OTRA PUNTA DEL MUNDO

De cómo Internet nos cambió los hábitos, el trabajo, la vida

Estar online modificó la mecánica de varias profesiones. Aquí, algunos ejemplos.


Hacer las compras, pagar las cuentas, buscar departamento, hablar con amigos que están en la otra punta del mundo. Todo, o casi, se puede hacer por Internet. También trabajar. Es una herramienta que no sólo generó trabajos nuevos sino que además cambió la forma de ejercerlos. Acá, algunos profesionales cuentan su antes y después.

# Pablo Bernasconi (dibujante). "Empecé trabajando para Clarín, en 1997. En esa época, las ilustraciones las llevaba personalmente al diario, montadas en un cartón. Yo no vivía cerca y entre ida y vuelta tardaba dos horas y media. Muchas ilustraciones necesitaban correcciones, lo que implicaba volver al estudio, repararlas, y vuelta al diario. Internet me brindó la posibilidad de trabajar desde mi casa. Contaba con tiempo de sobra para las ilustraciones, e incluso podía trabajar para varios medios a la vez. Me brindó la posibilidad de mudarme a Bariloche. Más tarde me permitió trabajar para el mundo: Alemania, Inglaterra, Japón. Sólo necesito una línea de teléfono.

# Gonzalo Barros (empresario). "Ya economista (en 1994), fui contratado por el diputado Rodolfo Terragno. Conseguí un módem externo, y creo que fue la primera oficina de un diputado que se conectó a Internet. En 1995 me hice cargo del Gabinete de Computación de la casa radical, y en 1997 fundamos Netizen Internet, una empresa proveedora de servicios de Internet. Aquel equipo trabaja en distintos proyectos que tienen Internet como centro, Service Satelital SA, de la que soy presidente, brinda conexiones de banda ancha a través de satélites. Me resisto a imaginar un mundo sin Internet. Soñé toda mi vida con este mundo".

# Daniel Melero (músico). "Cuando elegí hacer música el dinero me alcanzó para comprarme dos cajas de ritmo. Era más barato que una guitarra. Esos elementos, más mis dudas y curiosidad, sumado a la vanidad de mostrar esto a otros son los materiales con los que comencé. Internet me proveyó de disparadores fabulosos en el campo de lo artístico, de nuevas visiones para hacer cosas que tenían modos más acotados, como editar un disco. Me dio nuevos medios para desarrollarme, y generar formas de trabajo con otros que solo pueden suceder por este medio".




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mayo 16, 2007

noticia triste


nuestro querido amigo y colega Tom Andersen conocido por todos por haber aportado su vision de los grupos reflexivos en la terapia y de la reflexividad en las relaciones entre las personas, murio ayer en noruega.
como comento sallyann roth "el debe haber estado interactuando con la piedra con la que golpeo su cabeza al caer, mientras caminaba por los bosques y montañas que amaba.
podemos imaginar su tierna sonrisa, mientras se despedia lentamente, con su tiempo tan propio.
para muchos fue un maestro, para otros un compañero otros lo tenian como un interlocutor inteligente y conectado... todos los que tuvieron la posibilidad de compartir con el, fueron tocados por su particular manera de mirar, escuchar y responder.
justo volvio a caer en nuestras manos una de las instigantes reflexiones de Edgar Morin, esta vez sobre la vida y la muerte.

(podran encontrar mas de estos fasciculos=

Civilizar: La nueva conciencia planetaria


Las apreciaciones de hoy
He vivido de un modo singular la sobreimpresión de las edades. Fui viejo a la edad de diez años, sin dejar de ser niño, y en muchos puntos he seguido siendo no sólo infantil sino incluso pueril. La muerte de mi madre determinó, al mismo tiempo, un irremediable envejecimiento y una perdurable infantilización.
He mantenido la curiosidad y el cuestionamiento de la infancia, no he llevado luto por mis interrogaciones y aspiraciones adolescentes, sólo superficial e insuficientemente he sido adulto. Me gustaría no haberme adulterado demasiado. No he conseguido ser adulto (salvo que haya conseguido no serlo), pero adquirí cierta madurez hacia mis veintiún años, antes de la edad «normal», cuando, en la Resistencia, asumí responsabilidades de vida y muerte. Sin embargo, a mis veintiséis años, tras mi fracaso en la vida adulta normal, deseé escribir un libro titulado Rimbaud, los secretos de la adolescencia. Quería, con ello, reasumir esos «secretos» que el adulto olvida. ¿Diré que siguen hablándome con fuerza? Perdí la adolescencia sin adquirir lo que constituye su pérdida: la resignación.
Mi incapacidad para llevar luto por mi madre se ha convertido en mi incapacidad para llevar luto cultural y luto social: tampoco pude resignarme a encerrarme en un sector de la cultura. Resignarme al estado de cosas y al estado del mundo. No he llevado luto por el conocimiento, he querido, si no conocerlo todo, conocer al menos en todas partes: he salvaguardado preguntas por las que se lleva luto cuando uno desea inscribirse en la cultura, y preguntas que se olvidan cuando uno desea inscribirse en la sociedad. Ésta es, sin duda, mi prolongada adolescencia.
Contrariamente a todas las normas, a la edad de cincuenta, sesenta años hice un reaprendizaje general, me hice una nueva cultura (en la que integré mi cultura precedentemente adquirida), por dos veces quise repensar mi pensamiento. Pero, aunque nacido de un impulso adolescente, el formidable trabajo de La méthode sólo podía ser una obra de madurez.
Y ahora, envejecimiento y rejuvenecimiento entremezclados, siento en mí todas las edades de la vida. Soy la sede de una dialógica incesante entre infancia/adolescencia/ madurez/vejez. He evolucionado y variado siguiendo siempre esta dialógica. En mí se unen, pero también se oponen, los secretos de la madurez y de la adolescencia.
La dispersión es la amenaza permanente que gravita sobre mi apertura y mi búsqueda. Todavía hoy intento, día tras día, aprehender el mundo en su multiplicidad y su devenir, leo revistas, los más diversos folletos. Quisiera detenerme, dejar de instruirme... Todo lo que leo dispersa mi reflexión y, al mismo tiempo, la estimula... Sin embargo estoy desbordado; los textos, artículos, libros que debo leer se amontonan, se esparcen, me ahogan... Pese a mi conciencia cada vez más aguda de lo inacabado y lo inacabable, sigo lanzando mis redes para pescar el océano. Por fortuna, varias veces he podido conquistar períodos de reconcentración, asimilación, reflexión, integración... Hoy, una vez más, necesitaría una larga fase de reconcentración... ¿Quién va a ayudarme?
Mi singularidad estriba en haber querido vincular lo diverso, sparsa colligo, y haber levantado mi obra sobre este principio. Todo lo que he hecho ha supuesto siempre la asimilación y la reunión de lo que estaba desencajado, informaciones e ideas compartimentadas. En el acto de reunión, pudieron brotar chispas que catalizaban nuevas formas, emergencias precisamente, es decir cualidades que aparecen en la reunión en sistema de partes que, aisladamente, no podrían tener ninguna de estas cualidades. Mi sentido de las verdades contrarias y mi rechazo de las verdades aisladas suscitaron los principios de un pensamiento complejo, es decir de un pensamiento que relaciona lo que, de orígenes diversos y múltiples, forma un tejido único e inseparable: complexus.
Y he aquí lo que creo descubrir hoy. Sólo pude elaborar La Méthode porque pude operar una confluencia y un enlace entre mis dos culturas sucesivas. Una primera cultura, la de mis estudios, mis curiosidades en las humanidades y mis trabajos en las ciencias humanas alimentaron mi necesidad de situar todo saber y todo examen en la historia, y mi necesidad, justificada por Marx, de articular unos con otros los saberes disciplinarios. Mi experiencia en ciencias humanas me dio la posibilidad de comprender la importancia antropológica, cultural y civilizacional de lo imaginario y de los mitos, y contemplar así, de modo multidimensional, tanto el hombre como la sociedad. Luego, la experiencia de la sociología del presente me incitó a no disolver nunca lo concreto, los acontecimientos, los seres, la existencia en abstracciones teóricas. Mi experiencia política me aportó el fortísimo sentimiento de la dificultad de evitar el error y la ilusión en las ideas y creencias. Mientras el científico de ciencias físicas cree poseer todos los medios experimentales y lógicos para excluir el error y lo irracional, yo he aprendido, por mi parte, que la mayoría de estos científicos tan rigurosos en sus trabajos eran, en sus opiniones y juicios políticos, unos bebés-probeta: pues no es posible extraer los fenómenos y los acontecimientos del mundo para meterlos en laboratorios artificiales. El gran e incontrolable laboratorio de la vida está irremediablemente sometido a torbellinos y cataclismos.
Sin rechazar, pues, esta cultura del mundo político, de las humanidades y de las ciencias humanas, muy al contrario, precisamente en el mantillo de esta cultura, me lancé a otra cultura, a partir del momento en que pude entrar en las «tres teorías» (cibernética, información, sistema). Encontré las herramientas conceptuales que utilicé entonces, modificadas, articuladas, complejizadas. La complejidad, siempre encontrada hasta entonces, aunque nunca reconocida, alimentó la búsqueda que me permitió denominarla, hacer su teoría, desprender su paradigma. La Méthode, producto de mi desarrollo en mi nueva cultura, es de hecho el fruto de la cópula entre mis dos culturas.
Puedo decir, de modo más concentrado, que La Méthode integró en su seno cuatro aportaciones principales:
–la aportación de una tradición filosófica de afrontar contradicciones que, nacida en Occidente con Heráclito, prosiguió con Nicolás de Cusa, Pascal, Hegel, Marx, Adorno, Jung, y se vio científicamente prolongada con Böhr, Gödel, Lupasco;
–la aportación de las «tres teorías» (información, cibernética, sistema) y de las teorías de la auto-organización y de la auto-producción (Von Foerster, Maturana, Atlan);
–la reflexión filosófica sobre la naturaleza de la ciencia (Husserl, Heidegger);
–la reflexión epistemológica sobre la primera revolución científica del siglo XX, suscitada por la irrupción de lo incierto (desorden, indeterminación, azar, caos) y efectuada por Bachelard, Popper, Lakatos, Kühn, Holton, Feyerabend; añadí a ello una reflexión sobre la segunda revolución científica en curso que, al objeto de las disciplinas compartimentadas, sustituye el carácter inseparable de las realidades sistémicas (ecología científica, ciencias de la tierra, cosmología).
En esta elaboración integrativa, prolongué ciertamente un impulso de pensamiento que fundaron Heráclito en Jonia y Lao Tsé en China. El filósofo chino Yi-zhang Chen ve las prolongaciones actuales de la dialéctica de Fang Yizhi y de Hegel en Gödel, Hoffstader y en mí mismo: «El punto de vista de Morin, –escribe– no está aislado y tiene un profundo telón de fondo histórico, responde a una corriente del pensamiento humano cuya fuente es lejana y el curso amplio, y que reúne las geniales intuiciones y las visiones penetrantes de los sabios de las civilizaciones oriental y occidental». Y añade: «Esta corriente de pensamiento resurge y se renueva al hilo de los tiempos en formas inéditas e incluso científicas». Pero yo no sólo he cientifizado una gran corriente filosófica; he querido que pueda ponerse de relieve un pensamiento pertinente a partir de un continuo ir y volver entre la filosofía y la ciencia. He intentado prolongar científicamente la filosofía y filosóficamente la ciencia. ¡Sacrilegio! ¡Cuántas fronteras cruzadas sin pasaporte! ¡Cuántas aduanas burladas! ¡Cuántos santuarios profanados! ¡Cuántos odios ineptos por una aventura de buena voluntad! ¡Qué imposibilidad de comprender que la pertinencia se adquiere al superar la especialización y no encerrándose en ella! Muchos de estos rechazos se justifican por la imbécil ilusión de que La Méthode es un super-sistema que pretende ser exhaustivo cuando, por el contrario, puse en él el azar, la incertidumbre y la inconclusión. ¡Qué desconocimiento supone imaginarme en la estratosfera de las ideas generales, cuando todo mi esfuerzo se dirige a vincular lo empírico y lo teórico, lo concreto y lo abstracto, la parte y el todo, el fenómeno al contexto! Sí, me consagré a las ideas. Pero no tanto a las ideas generales cuanto a las ideas genéricas: las ideas nucleares, las que están en el núcleo de los sistemas de pensamiento o creencia, las que son capaces de desorganizar o reorganizar estos sistemas, las que permiten generar un pensamiento, son lo que yo denomino, desde otro ángulo, los paradigmas.
Sólo he podido llevar a cabo este trabajo porque esperé la maduración y conquisté un espacio-tiempo de reflexión y elaboración. Pero he podido llevarlo a cabo porque he permanecido, más que nunca, abierto a influencias procedentes de todos los puntos cardinales, de autores a veces considerados incompatibles (como Pascal, Kant y Hegel); ningún duro caparazón doctrinal inmovilizó mi intelecto. Más profundamente, como dije ya en la introducción general a La Méthode, me sentí conectado al patrimonio planetario, animado por la religión de lo que une, el rechazo de lo que rechaza, una solidaridad infinita. Al igual que el valle recibe los torrentes que proceden de laderas opuestas, pude elaborar el pensamiento complejo «reuniendo lo disperso». El espíritu del valle fue y sigue siendo en mí el lugar de encuentros siempre activos, incluso entre impulsos contrapuestos.
Unir, unir. Se ha convertido para mí no en la palabra clave sino en la idea-madre. El conocimiento que une es el conocimiento complejo. La ética que une es la ética de la fraternidad. La política que une es la política que sabe que la solidaridad es vital para el desarrollo de la complejidad social.
El conocimiento complejo no tiene término, y no sólo porque es inacabado e inacabable sino también porque llega por sí solo al desconocimiento. Tras la complejidad está lo indecible y lo inconcebible. Bajo los conceptos está el mundo. ¿Bajo el mundo...?
¿Por qué nuestro mundo lleva en sí, desde el origen, potencialidades organizadoras que, a partir de las interacciones nucleares, electromagnéticas y gravitacionales, se actualizan en núcleos, átomos, galaxias, estrellas y, cierto día, en alguna parte de un perdido agujero de una pequeña galaxia periférica, se actualizaron en un primer ser vivo? Remontándonos a la génesis del universo, llegamos a la idea de la auto-producción del mundo a partir de un vacío que sería como el no-ser de Hegel, desprovisto de todas las determinaciones, idéntico pues al ser.
Creo, pues, que el mundo se auto-produjo. Pero entonces, la auto-producción se convierte en un gran misterio. Nos evita la pregunta paradójica que puede hacerse a cualquier explicación por un Dios creador: ¿quién ha creado a ese Creador? Pero nos plantea otra pregunta paradójica: ¿cómo puede un mundo auto-crearse ex nihilo? Podemos retroceder en espíritu hasta la radiación nacida del acontecimiento inicial y concebir un caos genésico. Como subrayo en La Nature de la Nature, el caos no sólo está en el origen, subyace en nuestro mundo, que es un caosmos. Ahora bien, la explicación por el caos lleva en sí la inexplicabilidad del propio caos.
A lo largo de todo el trabajo de La Méthode se me impusieron los límites del entendimiento humano, los límites de la lógica, los límites del conocimiento, la superficialidad y la fragilidad de la conciencia. Por debajo y más allá de lo concebible, por debajo y más allá de lo pensable se desvanecen las separaciones del espacio y el tiempo, la materialidad se disuelve y la propia realidad se descompone... Ciertamente nuestro conocimiento está inacabado, pero lleva en sí, para siempre, algo de inacabable.
Fin del fascículo 26
El material publicado por Civilizar, está editado de la obra de Edgar Morin Mis demonios. © Editorial: Kairós, Barcelona, 1995. © Traducción: Manuel Serrat Crespo, 1995.




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Práctica terapeútica: el valor de la palabra Tom Andersen, psiquiatra noruego y creador de los equipos reflexivos, visitó la ciudad invitado por la UNR
El armenio-norteamericano Harry Goolishian decía: “Escuchen lo que ellos dicen realmente, y no lo que ustedes creen que ellos realmente quieren decir”. Esta reflexión es central en el pensamiento y la práctica terapéutica de Tom Andersen, psiquiatra noruego, profesor del Instituto de Medicina Comunitaria y creador del equipo reflexivo un modo de intervención que se utiliza, por ejemplo, en terapia familiar. Es conocido en el ámbito de la psiquiatría mundial por ser el creador de una modalidad que promueve una terapia basada en la posibilidad de que el paciente participe de las conversaciones del grupo terapéutico y que se basa en “charlas” abiertas y cara a cara, a diferencia de lo que plantea la cámara Gesell.

El especialista dice, abiertamente, que espera que los terapeutas se desprendan de todo preconcepto o prejuicio frente a lo que escuchan o ven para ser más efectivos en su tarea a la vez que destierra los encasillamientos del tipo: este hombre “es” un delicuente, esta mujer “es” muy nerviosa.

Andersen estuvo en Rosario la semana pasada invitado por la carrera de posgrado de Especialización en Psicología Clínica y Comunitaria de la Facultad de Psicología de la UNR y la cátedra de Psiquiatría de Adultos de la facultad de Medicina. En su visita a la ciudad (donde expuso frente a estudiantes, psicólogos y psiquiatras locales) hizo hincapié en la necesidad de entender a la terapia (aunque aclarará una y mil veces que el término no es de su agrado porque lo considera muy “limitado y estructurado”) desde un sentido “emocional” en el que el psiquiatra o terapeuta “tiene que involucrarse con el paciente” para ayudarlo a estar mejor.

Andersen, que prefiere hablar de “relaciones” cuando se refiere a la “terapia o trabajo terapéutico”, manifiesta que los equipos reflexivos son escencialmente “abiertos” y “todo lo que se habla es expuesto delante de la gente”, en la vereda opuesta de lo que es la cámara Gesel.

Los equipos reflexivos, en los que el paciente tiene la posibilidad de participar en el debate que los terapeutas o analistas realizan sobre su caso particular, son utilizados en distintos países para abordar diferentes problemáticas de la comunidad con excelentes resultados.

“La persona describe lo que le pasa, describe una situación, y nosotros vemos los efectos de eso que habla en la misma persona”, ejemplifica. Al mismo tiempo, lo que la persona “ve y escucha” que manifiestan sobre él o ella influirá de una determinada manera. Por eso, enfatiza, “no sólo tenemos que estar atentos a lo que expresa sino también a cómo y cuándo lo dice, a sus pausas, al énfasis que pone a las palabras, que gestos y cuestiones corporales están también presentes y cómo lo que va diciendo lo modifica”. Para Andersen, el lenguaje es el que condiciona los pensamientos de las personas, y no al revés.

En un tramo de la charla con la prensa se referió a las “conversaciones internas”. Al respecto señala que “siempre es posible ver y escuchar en las palabras más de lo que se percibe. Para eso hay que ir despacio, en forma pausada” relata, mientras se toma todo el tiempo disponible para captar la atención de quienes lo escuchan y ejemplificar con su propio discurso aquello que propone.

El psiquiatra incentiva a los profesionales a que atiendan particularmente los silencios y las posturas corporales como parte de lo que la persona quiere o puede transmitir.

Para Andersen las “expresiones” son las que forman nuestras vidas y al mismo tiempo condicionan nuestros pensamientos. Son las palabras, es el lenguaje el que articula nuestra forma de pensar, y no al revés como siempre se creyó y es por eso que en ellas hay que buscar pistas y respuestas. “Las palabras forman nuestros significados y éstos influyen en cómo vivimos”, señala.

Andersen concentró parte de su experiencia profesional de los últimos años en las cárceles. En la actualidad le quedan pocos pacientes por sus múltiples tareas en el exterior y su trabajo como profesor. En su visita a Rosario mantuvo reuniones con autoridades de la Universidad Nacional de Rosario y quedó abierta la posibilidad de trabajar en distintas áreas de la comunidad local con la modalidad de equipos reflexivos.




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