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junio 07, 2006

Nuevas tendencias en la Antropologia contemporanea 2

El "giro" optimista de la antropología más reciente

Hacia mediados de la década de los noventa del siglo XX, en el mismo momento en el que personajes tan notorios e influyentes como Clifford Geertz (Handler 1991) o Marshall Sahlins (1993, 1995, 2002), anunciaban la próxima desaparición de la disciplina o denunciaban la lobotomización que había producido el postmodernismo en los más brillantes estudiantes de antropología, otros autores más jóvenes anunciaban un futuro positivo y nuevo para la disciplina.

Tras un periodo en el que la crisis estructural provocó en las nuevas generaciones de antropólogos una sensación coyuntural de inseguridad, comenzaron a afirmarse nuevas aproximaciones como las de George Marcus, nuevos espacios de práctica de la disciplina, como Paul Rabinow (2003), Arjun Appadurai (1996), Ruth Behar (1996) o Michael M.J. Fischer (2003). Ni siquiera la desaparición de la gran teoría o de las líneas clásicas de la antropología parecían inminentes.

Algunos mencionan desde hace algunos años que ya hemos superado el postmodernismo y vivimos en una suerte de post-postmodernismo. Cualquiera que sea el término que queramos aplicar a esas nuevas propuestas, a las nuevas articulaciones teóricas que comienzan a hacerse visibles en publicaciones de toda índole, algo ha cambiado radicalmente.

Idea clave 21
Muchos antropólogos han dejado de ver al postmodernismo como un movimiento o, mejor dicho, un estado de ánimo que se percibía como distinto al anterior, y se aproximan a él del mismo modo que otros hicieron con el estructuralismo y el resto de las escuelas ahora encasilladas en los libros de historia.

Muchas de las aportaciones de los postmodernismos se han incorporado, como vimos en el caso de Fredrik Barth, a escuelas que tuvieron su origen cronológico antes que el primero de los grandes giros relacionados de un modo más o menos general con el postmodernismo.

Otros antropólogos, que participaron activamente en los movimientos de vanguardia de esas décadas, insisten en rescatar lo que para ellos es más saludable, para continuar una línea de investigación que no tienen problema alguno en fundamentar en autores clásicos como Max Weber, Emile Durkheim o un Karl Marx, leídos hoy de un modo bastante renovador.

Por otra parte, hemos aprendido a tener una visión más contingente de nuestro trabajo, a asumir nuestras responsabilidades pasadas del mismo modo que otros colegas lo hicieron en décadas anteriores, y hemos aprendido sobre todo que se puede practicar una antropología ecléctica y experimental.

No son raras hoy las monografías que buscan esbozar nuevas aproximaciones a nuevas cuestiones y que tratan de centrarse en temas de estudio de fenómenos claves que se están desarrollando en estos momentos, como, por ejemplo, la nueva y conflictiva visión del hombre ante el desarrollo de la biotecnología, el tráfico de órganos humanos, las características de una sociedad transnacional o la antropología de los sentimientos.

Idea clave 22
Se ha producido un desplazamiento, que no desaparición, de muchos de lo conceptos y términos con los que describíamos y analizábamos a otros pueblos. Las voces, como dice Rabinow, no han reemplazado a los análisis, los tropos no han triunfado sobre los conceptos.

Hoy día están predominando herramientas conceptuales analíticas que enfatizan los procesos y el movimiento constante del mundo en el que habitamos. Hacemos, asimismo, uso de concepciones que tienden a reconocer su limitación. Más que estructuras nos interesamos por las configuraciones, las articulaciones; integramos niveles de análisis distintos, antes organizados en torno a modelos que tendían a estabilizar sus contenidos, hacemos uso de conceptos como ensamblajes (dispositivos), aparatos, embodiments, performances, cronotopos, habitus.

Algunos de nuestros conceptos no se limitan siquiera a ser fríos medios para el análisis, pretenden acceder a la dimensión sensorial y a los estados de ánimo. En vez de estructura hablamos de nostalgia estructural, del pathos y el ethos, de la emoción. Enfrentamos la estructura con el evento e, incluso, tratamos de incorporarlas en campos teóricos de análisis social que me permito llamar, con todo el respeto, clásicos.

Recuperamos una relación con la filosofía que durante los años setenta parecía definitivamente perdida en beneficio de un modelo asimilado de las ciencias; y buscamos, en suma, reubicarnos dentro de un mundo donde pocas cosas se perciben de un modo estable, convertimos a la problematización, una de las perspectivas características de la antropología, en un eje clave de nuestra actividad.

Con todo, una antropología centrada en los ámbitos tradicionales de especialización, en la etnografía y el trabajo de campo como el taller fundamental de la antropología y la fábrica de los antropólogos goza de una salud y vitalidad, en términos absolutos y relativos, inimaginable. Y lo que quizás sea más importante, tanto en los lugares donde la antropología está más desarrollada, como en España, los antropólogos se colocan en departamentos que no son los tradicionalmente suyos y colaboran con todo tipo de organizaciones no gubernamentales e instituciones.

Creo, en suma, que la antropología del futuro tiene que ser consciente de su pasado y de los giros que ha experimentado y tiene, también, que ser capaz, sobre todo, de asumir esos cambios sin olvidar su mirada etnográfica. Quizá hoy predomine o sea vital que nos aproximemos con más urgencia a esos espacios de transición como los Centros Comerciales o los aeropuertos, es decir a todo una serie de problemas de estudio relacionados con la creciente complejidad del mundo que habitamos y de los grupos en movimiento dentro de él; sin embargo, los viejos, tradicionales espacios que habita la gente nos se han evaporado, las raíces no han desaparecido.

En los Centros Comerciales, por ejemplo, nuevas generaciones desarrollan identidades alternativas sin olvidar y reconstruir sus raíces culturales y sociales. ¿No se parecen estas innovaciones a nuevas articulaciones de las nuevas dimensiones que ganaba el individuo en las ciudades tras abandonar el campo o los pueblos? A la hora de aproximarnos a nuevos temas, a la hora de identificar fenómenos novedosos no debemos dejarnos llevar por un exceso conceptual o teórico que nos impida ver a la gente.

La antropología es una práctica teórica que se desarrolla y se hace con y entre las personas. Las ideas y herramientas conceptuales que desarrolla y aplica la disciplina no deben en ningún caso obscurecer a los seres humanos a los que nos aproximamos. Así las personas somos, como insiste Rabinow recordando a Foucault, el objeto y el sujeto de estudio de nosotros mismos. En ese difícil equilibrio, la antropología del futuro busca adecuarse a la situación mundial que enfrenta.

Idea clave 23
Una relativamente nueva generación de antropólogos hemos visto cómo una disciplina en crisis se está transformando en una actividad revitalizada consciente de su vulnerabilidad; aficionada de hecho a cultivar esa dimensión de su práctica que la convierte en un punto de referencia para otras ciencias sociales y humanas, y que, a la vez, la hace fuerte.

A menudo, cuando nos aproximamos al análisis de la situación mundial, de la creciente y forzada homogeneización a escala planetaria, de la pérdida de la diversidad, olvidamos lo que la antropología ha explorado desde hace décadas: la perspectiva de los primeros, ‘salvajes o primitivos’, hoy, ciudadanos.

La antropología, como dice Néstor García Canclini, es una disciplina que cuando quiere estudiar la ciudad no la sobrevuela, como los sociólogos, o la recorre desde el centro hacia el extrarradio, como los historiadores, sino que simplemente pasea por sus calles, y deambulando por ellas, me atrevo a añadir, aprendemos de las experiencias de las otras personas que las transitan. Así crece la antropología, día a día.

1 comentario:

Anónimo dijo...

ES MUY INTERESANTE ESTE ARTICULO