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marzo 07, 2009

narrativas

Reflexiones: Narrativa y credibilidad.

Raul Acosta en La Capital

Una de las cuestiones fundamentales, realmente de fondo en la relación de los votantes y sus representantes, es la credibilidad. Tengo dicho, ahora lo repito: todo buen representante debe narrar una historia creíble.

No necesita ser verdadera, real, o sí, si lo prefiere, pero no es el eje. Debe ser creíble. En la calidad del relato está la adhesión.

Un buen narrador sostiene sus votos, los aumenta.Un buen embustero también. Es lo mismo.  Cuando la superchería aparece los votos desaparecen.

No hay quien crea que en las democracias directas se encuentra la solución (¿quién puede pensar hoy en asambleas populares decidiendo la política argentina y sus ejecutores?) Apelan, apelamos a las democracias indirectas y aceptamos que nos cuenten un cuento. Una buena historia. Por ella delegamos un poder que nunca supimos que poseíamos.

No hay filmes sin buenas historias, no hay obras de teatro sin su basamento: el texto. No hay novela sin calidad de relato que, como corresponde, no es calidad ortográfica, simplemente calidad de relato. A mejor calidad de relato mejor novela. También en la política. Vamos, la Biblia es un fenomenal relato y su transmisión una formidable historia a la que adherimos muchos. Hay otras, con igual o superior nivel de adhesión. Con permanencia tras siglos y siglos.

En Argentina, en el siglo XX, un hombre hizo de sus actos su propio relato. Lo ayudó la coyuntura histórica. Su capacidad hizo el resto. Perón es su relato. También Fangio, Favaloro, Lisandro de la Torre. En sus vidas hay un punto de drama y de conexión con todos. El relato dramático aprisiona, apasiona. Al quedar conectados aceptamos. Amor y odio para vivir eternamente. No existe la pasión si se ignora o desconoce. Hay muchos personajes con historia y amor/odio. Algunos ni siquiera de existencia real. Mafalda genera una adhesión sin que sepamos que es una historieta, un dibujito. Es eso, pero es un buen relato. Evita sostiene este juego llevándolo al infinito. No es desacertado lo de Lloyd y Weber. En su visión El Che, Evita y Perón pertenecen al relato de Argentina. A qué separarlos si están en la misma gaveta de geografía y de credibilidad. Su ópera los une. Lo hace bien, se convirtió en otro relato creíble.

En estos momentos el país, mi país, se encuentra en una encrucijada difícil, muy difícil. No es creíble el relato. Ya no es creíble. No funciona el ayuden a mi mujer. No pasa el cedazo la conspiración que se viene, el oculto enemigo que acecha, la sinarquía internacional, el mundo que se derrumba, la bestia yanky, el FMI como enemigo mortal. Nada. Ya no miramos la escena, miramos detrás de la escena. Estamos en el -permítanme usar palabrejas- en el backstage de los Kirchner y su versión atrasada de una revolución setentista leída en los resúmenes lerú.

Para no salir de la democracia representativa, el mandato que delega el poder, el recambio, el 2011 es una lejanía cuando no tenemos abril en los idus de marzo. Nos comimos el futuro, la esperanza, nos comimos la capacidad de creer.  El que no cree es un ciego nuevo, no se anima a caminar a lado alguno. Así estamos.

Néstor Kirchner (no lo hizo sólo, todos ayudamos un poco) nos ha dejado en este sitio de nuestras vidas donde no hay ayer entrañable y el mañana no tiene asidero, es inasible. La única lamentación posible, para este muchacho de rostro raro y pensamientos inaudibles, es que nadie allá, en el lejano sur donde nada se sabe del humus feraz y el destino agropecuario del país, le leyó la fábula número 280 de las 335 fábulas atribuidas a Esopo.Toda lamentación es tardía. Ojalá la lean sus hijos a sus nietos, si es que los condena a vivir en éste, el país que está diezmando.

Para que no la busque en el Google. Es ésta. Deberíamos repasarla todos. Disculpen el lenguaje, es español: "Un pastor estaba guardando su rebaño no lejos del pueblo, y pensó que sería divertido asustar a los vecinos diciendo que los lobos atacaban al rebaño. En consecuencia, empezó a gritar: «¡Que viene el lobo! ¡El lobo!», y cuando llegaron a toda prisa los vecinos, él se rió de sus temores. Repitió la broma varias veces, y los campesinos una y otra vez vieron que habían acudido a la carrera inútilmente. No obstante, un día, vino el lobo realmente y el pastor gritó: «¡Que viene el lobo! ¡El lobo!», lo más fuerte que pudo. La gente del pueblo estaba ya tan acostumbrada a oírlo que nadie le hizo caso ni corrió en su ayuda. Y el lobo, sin encontrar resistencia, pudo comerse todas las ovejas". Moraleja: a un mentiroso no le cree nadie ni cuando dice la verdad.



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